No sé muy bien si la actitud de El Cid al no querer salir en hombros de la plaza debido a las protestas por el indulto era una señal de enfado con el público o de respeto. De ser lo primero estaría totalmente injustificado, porque la faena que ha realizado a ese cuarto toro de la tarde ha sido una grandísima faena, en la línea del mejor Cid. Y el público así lo ha reconocido. La forma de citar al toro más allá del tercio al natural para empezar el toreo con la muleta nos recordó, salvando la diferencia de toro y de plaza, a la de un día de San Isidro de hace dos o tres años en Las Ventas. Luego, las series con ambas manos han sido realmente primorosas, profundas, hondas y templadísimas. Ha toreado con mucho gusto y mucha profundidad a un toro noble que ha humillado y ha seguido muy bien los engaños. Pero de ahí al indulto va un trecho. Y ese trecho lo ha recorrido el Presidente por su propia cuenta y riesgo, sin que apenas se lo pidiera nadie (al menos, casi nadie de los que estaban en el tendido, porque sí que ha habido algunos comentarios y gestos al ir a cambiar el Cid la espada que han resultado un tanto peculiares). A partir de ese momento, el Cid ha seguido gustándose y el toro ha seguido embistiendo, aunque, obviamente, cada vez con menos codicia. Faena importante y muy inteligente de Manuel Jesús. Tras simular la suerte de matar y conducir con la muleta al toro a los corrales, el público no ha pedido los trofeos, pero no, desde luego, porque no le hubiera gustado la faena (importantísima, como digo), sino porque me da la impresión de que el personal asume que el indulto equivale a las dos orejas y el rabo para el matador, como por otro lado ha sucedido. Pero hay que recordar que no es así y que el reconocimiento al comportamiento del toro que supone el indulto es independiente del que merezca la faena del torero, que puede ser de dos orejas y rabo (esta faena, en una plaza como San Sebastián de los Reyes y con indulto por medio probablemente lo era), de dos orejas, de oreja, de silencio o de protestas, que de todo puede haber. El Cid ha estado muy bien, y querríamos ver en esta faena la constatación de que se está volviendo a encontrar como torero. ¡Olé por él! El indulto ha sido excesivo, pero tampoco me parece que eso sea para montar una revolución. Ni para que se enfade con el público, si este ha sido el caso.
El resto de la tarde ha sido todo lo anodina que pueda imaginarse con otros cinco toros sosos y desclasados, sin casta ni fuerza de ninguna clase. Los tres toreros (Cid, Talavante y Luque) lo intentaron, pero se estrellaron contra un encierro lamentable. Aun así Talavante consiguió instrumentar series muy buenas con ambas manos a su primero, de un trazo y un temple primorosos; lástima que la absoluta sosería del animal hicieran imposible que aquello transmitiera un ápice de emoción. Y Luque con el tercero, el único que se movió y transmitió un tanto además del indultado, cortó una oreja después de una faena con pases de interés con ambas manos, en la que destacó el inicio tremendamente quieto, llevando al toro por ambos pitones varias veces, y los adornos.
El viaje no ha sido en balde. Hemos visto a un gran Cid y a un buen toro. Aún así, da pena ver dónde está para algunos el listón de la bravura. Porque si lo de este toro es el paradigma de la bravura, si esto es lo que se quiere como semental, no me extraña que a poco que el cruce no mejore mucho lo que aporte el padre, haya serios riesgos de que la descendencia sea sosa y floja, que se pare o se defienda al embestir. Como el resto del encierro, vamos.
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3 comentarios:
Te mandé un SMS que no se si te llegó en respuesta, me da la sensación de que el público cada vez sabe menos y que ha dejado de ser soberano, pero los presidentes tampoco saben...
Nos queda Sevilla (cuando lleven toros) y Madrid menos el 7,6,5
Gracias, José María. Efectivamente me llegó, aunque con el desarrollo de la corrida y la vuelta a Madrid ahí se quedó sin responder.
No sé si es tanto ignorancia o diversos intereses de todos (parte del público y de los presidentes incluidos).
No, si no lo decía porque se quedara sin respuesta, que no hacía falta, era una conversación autocontenida, sino porque el móvil me hizo un extraño.
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