La tarde de hoy no creo que deje en su haber nuevos aficionados que sumar a la causa. Si alguien, por pura casualidad, hubiera querido iniciarse en su conocimiento de la tauromaquia acudiendo a Valdemorillo es más que probable que no volviera nunca a una plaza de toros. Y no porque la de hoy haya sido peor que otras tantas tardes (de hecho, ha dado algún argumento más que muchas otras), sino porque la general mansedumbre y flojera de toros como los de hoy vacían de uno de los elementos básicos a la Fiesta: la emoción. Porque peligro sí que hay, que se lo digan si no a Curro Díaz que resultó volteado malamente por su primero en el comienzo del trasteo con la muleta, quedando a merced del toro que, milagrosamente, no hizo por él. O en el cuarto, cuando después de recetar una media a su enemigo decidió sentarse junto a él en el estribo y el burel se arrancó, pudiendo, no obstante, el de Linares, evitar la cogida.
Pero el peligro de un ímpetu en bruto, descastado, no es lo mismo que la emoción que generan toros que se vienen arriba en el castigo, que pelean, siguen los engaños con codicia y, sobre todo, no se caen. O sea, toros que tienen un comportamiento manifiestamente opuesto a lo que hoy echó Antonio San Román.
Curro Díaz tiene buenas maneras y lo demostró con capote, primorosas las verónicas a su primero, y muleta, especialmente en su segundo, donde instrumentó algunos pases realmente templados y hondos. Ha conseguido lucirse a pesar de que los toros no han puesto lo que tienen que tener, y su crédito de torero de gusto y que quiere encontrar un hueco ha quedado intacto. Pero, a mi juicio, hay dos cuestiones que siguen faltando para poder colocarse en el sitio que por su estética le corresponde: la primera, evidente, es la espada (el sainete de su primero, inenarrable) y la segunda es mucho más subjetiva, creo que le falta un punto de ambición, algo que le haga ponerse un pasito más allá, que redondee y estructure sus faenas (ya digo que ha estado bien a pesar de los toros, pero hay algo que me hace sentir que este torero nos puede dar más si se empeña en hacerlo).
Bolívar se nota que viene de hacer temporada americana. Está en el sitio, como si estuviéramos en mitad de la campaña y no en el frío febrero. A pesar de ello, en el segundo no acabó de romper y transmitir intensidad a los tendidos, aunque técnicamente estuvo correcto. Y en el quinto, un toro que salía suelto de la muleta después de cada pase, abrevió.
Tendero tiene ganas de triunfo, y lo demostró en el sexto. El tercero lo devolvieron por flojo y el sobrero no era mucho más boyante; después de una lidia muy mejorable, llegó agotado y cabeceando a la muleta y no dio ninguna opción. Al sexto lo saludó bien con el capote, aunque con un movimiento algo rígido de los brazos y con la muleta dio series muy templadas con ambas manos a pesar de las embestidas descompuestas del animal. No era toro de triunfo, pero mostró sus ganas. Con la espada pinchó tres veces antes de dejar una estocada entera.
Volvimos, pues, a los toros dos días consecutivos y la temporada comenzó sin mostrarnos nada que no intuyéramos: la estética de Leandro y Curro Díaz, el oficio de Bolívar y Abellán, las ganas de Tendero y un torero al que le falta mucho que mejorar si quiere ser alguien en esto: Alberto Álvarez. Pero después de doce faenas, en gran medida por el juego de los toros, no hubo ninguna que nos hubieran captado para siempre a la afición. Esto es lo preocupante si alguien quiere que seámos más los que gustemos de la Fiesta.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
excelente crónica. Enhorabuena, ya que sin este tipo de crónicas sería imposible enterarse de lo que pasa fuera de los grandes eventos taurinos.
Muchas gracias por el comentario.
Es sólo una visión (muy particular, de puro aficionado) de los festejos que vamos viendo. Y comentarios como el tuyo alientan a dejarlo por escrito.
Publicar un comentario