La verdad esencial del toreo es la del hombre que se juega la vida para crear belleza. Pero no es la única. Hay otras que, sin ser tan fundamentales, evidencian la radical sinceridad de la Fiesta. Entre ellas, y pese a las críticas de mediocres y mentecatos, que las figuras lo son por méritos propios, y no porque tengan ciertos apoderados, toreen según qué encastes o les coloquen en vaya usted a saber qué feria.
El Juli, por ejemplo, es un torero de una pieza. Lo era ya de niño, sin caballos. Siguió con su toreo bullicioso de novillero y en su primera etapa de matador, hasta que en la despedida de Curro Vázquez, en Vistalegre, se puso a torear al natural y acabó con el cuadro.
Hoy ha vuelto a este albero a dictar una lección de torería, de poder y de técnica en sus dos toros. Al primero lo recibió bien con el capote, quitando luego por chicuelinas ajustadas (la primera, realmente impresionante). Con la muleta, faena plena de clasicismo, del mejor toreo ligado, con pases de pecho inmensos después de torear con hondura por ambas manos. La estocada, eso sí, cayó baja, a pesar de lo cual se llevó una oreja ampliamente pedida por el público.
Lo del cuarto, sencillamente memorable. Una faena de auténtico maestro, de técnica sublime. El toro, de buen fondo, tenía poca fuerza. De hecho, al comienzo de la faena, claudicó varias veces. Juli empezó con tandas cortas y aliviando los pases, rematando por alto. Luego, cuando el toro cogió prestancia, cuando ambos se hubieron tomado la medida, le recetó series sublimes, hondas, con gusto, pases largos, por bajo,… Los cambios de mano por la espalda (ese ligazón de un derechazo con un natural largo y poderoso) sencillamente geniales. La estocada fue inmensa y las dos orejas indiscutibles.
Manzanares no pudo hacer mucho con su segundo, un toro manso mansísimo, que no quería pelea, así le obligases, así se lo pidieses por favor. El de Alicante quiso pegarse con el burel en el centro, pero el bóvido decidió que aquellas estancias no le convenían. Junto a tablas le incomodó algo más sin mejores resultados. La estocada, como acostumbra, implacable, eficaz y un punto heterodoxa.
Lo del quinto fue un recital de toreo templado, ligado y compuesto. Todo ello después de una lidia perfecta, con un puyazo magistral y dos pares de banderillas de Trujillo para el recuerdo. ¡Vaya cuadrilla bien acoplada! La faena de muleta comenzó sin probaturas, en el centro del ruedo por derechazos largos, hondos y ligados. Y así continuó, por ambas manos, en un trasteo largo, con algún pasaje breve de menos emoción pero que, en conjunto, fue realmente grande. Este torero, cuando el toro le ayuda lo más mínimo, torea con una pureza, una estética y un composición verdaderamente inigualables.
Y Perera ha tenido mala suerte con los toros y se le ha notado, quizá, un punto descentrado. Aun así, las gaoneras en el quite al sexto de la tarde y el comienzo de faena a este toro son también para el recuerdo. El pase cambiado sin inmutarse, ligado con otro, el de pecho,… Y las dos series de redondos que vinieron después nos recordaron al mejor Perera. El toro por el izquierdo se quedó corto y luego, en las cercanías, no volvió a ser lo mismo. El pinchazo que precedió a la grandísima estocada enfrió también los ánimos. Con el tercero no había habido opción alguna. Era un toro que decidió tomarse su tiempo después de cada pase para mirar al tendido y observar cuanto acontecía por allí. No seguía la muleta. Y así no hay quien temple, mande, ligue, ni conjugue ninguno de los verbos que a la tauromaquia engrandecen.
A pesar de lo cual (del segundo y del tercero), lo que vimos el resto de la tarde pone las cosas a un nivel alto, muy alto, para esta temporada. Así es el toreo. Estas son las tardes que hacen afición. Y que no hablen de otros toros, de otros encastes, de promesas,… Esta gente copa los puestos altos del escalafón por sabiduría y ambición.
Dos reflexiones para acabar. La primera, ¿no resulta extraño que los reventas estuvieran en taquilla adquiriendo entradas por debajo de su precio cuando aún quedaban muchas sin vender? ¿Seguro que la empresa no tiene nada que ver para sacar estas entradas de la circulación y que la gente pase por taquilla a precio “oficial”? ¿O que interés pueden tener si no los “altruistas” reventas?
Y una segunda, ¿habrán caído ya en la cuenta los empresarios de que los precios que han puesto son muy altos? Resultaba sorprendente ver que la zona de “sombra” estaba casi vacía (salvo en la parte alta, con aficionados que luego fueron bajando a las zonas nobles del tendido) y la de las entradas más baratas con un lleno casi total. La gente en Madrid está acostumbrada a los precios de Las Ventas (probablemente los más baratos de toda España) y es difícil que se gaste los importes que esta empresa ha decidido establecer para una plaza de menor categoría.
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