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sábado, 6 de febrero de 2010

Valdemorillo (6 de febrero de 2010) - Retazos de arte

Hacía casi cuatro meses que no veía toros en la plaza y, aún así, la vuelta no ha supuesto ningún acontecimiento, quizá porque ha sido un invierno especialmente taurino y no he dejado de hablar de toros, de recordar faenas, de reflexionar y debatir sobre lo que supone la Fiesta en la sociedad y en la cultura.

Pero ninguno de estos debates tiene sentido sin el rito. Sin el toro y el torero. Sin la lidia. Sin el arte.

La tarde de hoy en Valdemorillo era bastante más apacible que la del año pasado, en la que llegamos tras una copiosa nevada que no sabíamos si nos obligaría a quedarnos por allí todo el fin de semana. La plaza tiene localidades espaciosas, pero tan duras como cualquier otra rematada en cemento. Y su sonoridad de plaza cubierta, en vez de acercar todo lo que sucede en el ruedo en medio del silencio del público (como sucede en el Coliseo de Nimes), oculta los sonidos de lo taurino mediante el estruendo de un público bullicioso y los supuestos pasodobles de una banda (o charanga), casi tan mala como la de Las Ventas.

Los toros de Peñajara han salido con bastante clase, aunque algo flojos. El cuarto ha sido imposible y el sexto muy soso. Los demás, han permitido a los toreros demostrar su tauromaquia.

Abellán ha demostrado en su primero solvencia y oficio, pero escasa hondura. Tal vez por miedo a que el toro claudicara ha toreado de media altura hacia arriba, en unos espacios en los que resulta imposible ningún sentido estético. Sólo un par de naturales han tenido algo de sabor. Dejó una estocada entera perdiendo la muleta y le concedieron una oreja que fue pedida con fervor por el público asistente, aunque hubo algunos a los que la petición nos dejó perplejos. Vamos, que por mí como si le dan la pata, pero que quede constancia de que toreo hubo muy escaso.

El cuarto, sin ser una alimaña, se revolvía, cabeceaba, buscaba las vueltas al torero, en fin. Y éste trató de ver si podía hacer algo lucido y, constada la imposibilidad de sacar al animalito nada razonable, le dio muerte de forma eficaz.

Leandro ha evidenciado en sus dos toros un sentido estético excepcional. Los lances de recibo al segundo toro, y las series con la muleta a ambos toros han dejado prueba palpable de su temple, ligazón, hondura,… Pases realmente profundos y con sabor, en un toreo personal que, no obstante, a veces nos ha recordado al mejor Luguillano y otras las tardes de magia de Javier Conde. Pero Leandro ha mostrado también su manifiesta incapacidad para matar los toros con cierta decencia (lo cual le ha privado de un triunfo que podría haber sido rotundo). Y, lo que es más preocupante para mí, se le han notado fallas técnicas y de concentración cuya superación es más complicada que el aprendizaje de la técnica de la espada.

A mí Leandro me ha gustado. Y mucho. Pero tengo la sensación de que sus faenas tienen que ganar en estructura y su mente en claridad para poder torear en las ferias y hacerse el hueco que su estética reclama.

Por su parte, Alberto Álvarez ha demostrado tener ganas de hacer bien las cosas. De colocar la muleta como dicen los clásicos, de llevarla planchada, de insistir, de no dejarse ganar la pelea,… Pero sólo con eso no es fácil abrirse hueco. Le hace falta oficio, mucho oficio, y una personalidad que le haga diferente, que suponga un aliciente ir a verle.

Una tarde, pues, para el reencuentro, para la estética de Leandro y para constatar que Peñajara tiene toros nobles que, con algo más de fuerza, pueden dar buenas tardes de toros.

No sé si es mucho, o si es muy poco, pero a mí me sirve para dar por comenzada una nueva Gran Temporada.
(PD: Leo en los portales que en la encerrona de Jairo en Cáceres con seis toros ha habido mejor ambiente en los tendidos que toreo en el ruedo. Me lo temía. Estuve pensando seriamente en acercarme, por el paisanaje y por el destino benéfico del asunto, pero al final razones varias obligaron al cambio de planes. Jairo es muy querido por la afición de Cáceres y es muy joven. Pero tiene que madurar mucho como torero para que su presencia en los carteles se justifique por otras razones que las del lugar de la “nacencia”).

1 comentario:

José María JURADO dijo...

Ea, la primera en la Campana.