Acudía por primera vez a los toros a Albacete en una jornada que añadía relaciones profesionales a la camaradería de los miembros de la expedición. Cuando clientes que tienen intereses empresariales en aquellas tierras, sabedores de mi afición taurina, me pidieron hace ya tiempo que les indicara una buena corrida, sin ni siquiera ver los carteles les dije que a quien había que ir a ver era a Morante (o se lo había dicho incluso antes, todo es posible...). No me había percatado de que los toros anunciados eran de Juan Pedro.
Cuando llegamos a la plaza y vimos la nota que anunciaba que Morante se había caído del cartel la decepción fue completa. Decepción que se tornó en cabreo cuando repasamos las noticias de los portales taurinos y hablamos con los buenos aficionados que encontramos por allí que nos comentaron que se habían tenido que reconocer esa mañana diecinueve toros y que D. José Antonio había alegado gastroenteritis.
Por ser claros: yo no sé si Morante tenía o no gastroenteritis. Lo que decían muchos es que se negó a torear cuando se montó el lío de corrales y no se aprobaron los toros reseñados en el campo. Y parece que también porque su apoderado, Curro Vázquez, tenía enfrentamientos anteriores con el Presidente. Si es así (que no tengo ni idea, pero puede ser) lo de la gastroenteritis es una excusa perfecta para evitar una sanción. Pero lo razonable sería que el torero pudieran decir libremente que no toreaba porque él se había comprometido a torear unos toros concretos y no otros. Con transparencia.
Y desde luego, como hemos comentado ya otras veces (tardes del Puerto de Santa María, de Málaga,...) lo que no es de recibo es que los reconocimientos se hagan el mismo día de la corrida por la mañana. ¿Qué pasa con la gente que viaja para ver una tarde de esta? ¿Por qué les tienen que estropear manifiestamente el plan? ¿No es más razonable que se viaje al campo y los veterinarios aprueben o rechacen desde allí los toros?
El modo de "proteger" los derechos de los aficionados es decimonónico e ineficaz. Lo único que hace es perpetuar el poder de señores que a base de velar por la supuesta seriedad lo único que hacen es joder la Fiesta. Léase Presidentes y Veterinarios. Quienes me acompañaban, por ejemplo, tienen claro que un espectáculo así no es lo que quieren ver, no es nada que les emocione. Que no es de recibo ir a ver un cartel y que por decisiones de una sola persona la misma mañana se pueda organizar el desaguisado este. ¿Es así como piensan atraer a nuevos espectadores a las plazas? Ni de broma.
De todo lo que vimos por allí el único que estuvo en su sitio fue un policía nacional de los que andaba cerca de las taquillas. Como sucede cuando hay cambio de cartel existía la posibilidad de devolver las entradas, derecho que algunos ciudadanos estaban ejerciendo. Quince minutos antes de la hora de inicio de la corrida el taquillero cerró la ventanilla habilitada al efecto con el consiguiente cabreo del personal. Las empresas leen el Reglamento sólo a medias, porque lo que este dice es que en caso de modificación del cartel los espectadores tienen derecho a devolver su entrada hasta quince minutos antes, salvo que en ese momento siga habiendo gente que quiera hacerlo en cuyo caso sólo cuando esta demanda finalice (ininterrumpidamente), acaba la devolución. El policía nacional dijo que el personal no se preocupara, que él tomaba nota de lo estaba pasando para dar el parte correspondiente. Alguien dio aviso a la empresa, que en breve abrió nuevamente la taquilla.
En el ruedo, Cid, Talavante y Pinar estrellaron su voluntad con una corrida descastada y sin fuerza y ante un público enfandado hasta el extremo con el Presidente. Los tres primeros fueron absolutamente infames de presentación y juego (el segundo, completamente anovillado). La segunda parte mejoró ligerísimamente el sopor. El Cid en el cuarto toreó bien con el capote de recibo y en un breve quite; luego de dos pares muy buenos de Boni dio dos series buenas con la derecha y sacó naturales de uno en uno; pero sin emoción es muy difícil. A Talavante le faltó apostar y jugársela a sacar desde el principio los pases buenos que tuviera el animal. Y Pinar en el sexto toreó bien al menos malo de la corrida por el pitón derecho, aunque con poco ajuste, y le costó acoplarse por la izquierda; nos quedamos con la sensación de que algo más podría haberse sacado. Pero la gente estaba harta y desanimada.
No, señores. Lo que pasó en Albacete no es de recibo y no es propio de una plaza del prestigio de esta. Cada vez más, cada corrida tiene que ser un acontecimiento. Algo por lo que merezca la pena viajar e ilusionarse. Y que tenga una previsibilidad mucho mayor. Si no, será difícil incorporar a más gente a la afición, a la gente mejor, la más cabal.
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1 comentario:
Ole por la Poli.
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