Después de un festejo como el de esta mañana, uno no puede hacer una crónica al uso ni puede recrearse en el adorno fácil. Porque todo lo que ha pasado en Vistalegre para homenajear a Adrián Gómez ha sido de verdad, de mucha verdad.
Han sido de verdad los atascos que había para llegar a la plaza en coche y la aglomeración en el metro, que ni siquiera menguaban cuando algunos despistados salían al Rastro en La Latina o en Puerta de Toledo.
Ha sido de verdad el lleno de la plaza con gente de todas las edades. Y el toreo a caballo de Diego Ventura: vistoso, rompedor, con momentos mágicos como esa banderilla que ha puesto con la grupa del caballo apoyada en tablas…
Ha sido de verdad el reencuentro de Joselito con su público. Un reencuentro que va más allá de la nostalgia, que enlaza la memoria con tardes inolvidables, con un modo de ser torero, de sentir el toreo, sin el cual no podrían entenderse los grandes toreros jóvenes del escalafón. Y su toreo señorial de recibo a la verónica; y su galleo por chicuelinas y esos delantales y esa media tan lenta, tan sublime, tan sentida. Como todo el toreo con la muleta, reposado, haciendo siempre bien las cosas; en torero, en Joselito. Y una estocada magistral, aunque fuera al segundo intento.
Ha sido de verdad el torero artista de El Fundi. El verdadero artífice de la movilización a favor de Adrián. Su señorío lo ha demostrado hoy también con capote, banderillas y muleta. Lentísimo el toreo a la verónica, sublimes y ceñidísimas las chicuelinas, grandísimos los pares de banderillas,… Y faena sabia, de maestro grande, con la muleta. Un toreo hondo, aunque a media altura para que el toro durara, para exprimir todo lo que tenía. Impresionante cómo ha ligado cuatro pases diferentes (trincherazo, cambio de mano, afarolado y de pecho) en un auténtico ejercicio de armonía. Y cómo ha finalizado de una gran estocada recibiendo (aunque fuera a la segunda).
Y de verdad también lo de Ponce. Su auténtica capacidad para sacar de donde no hay, como de ese toro que le ha tocado en desgracia, el peor de la mañana, al que además le habían pegado bastante y no muy bien. Pero él lo hace todo medido, discretamente, como si no fuera importante,… Y construye una faena con sentido, con temple y con gusto.
Y, ¡cómo no! De verdad ha sido la pasión de Morante. En ese recibo con el capote recordando a Paula. En ese tercio memorable de banderillas en el que el toro le (nos) ha dado un susto imponente cuando lo ha arrollado al caer el torero en su cara cuando lo estaba recortando para colocarlo; y cómo se ha levantado y le ha puesto un par por los adentros de los que ya no se ven. Ya la faena de muleta arrebatada, con algunos pases sublimes y tandas (como la última con la derecha) que son un auténtico prodigio de inspiración fuera de cualquier canon estético. O como esa estocada hasta la bola al encuentro. ¡Vamos, lo que viene siendo que se espera de un torero de arte!
Y verdadera la maestría del Juli. Desde el recibo con el capote ligando los lances sin mover los pies juntos del suelo, o ese quite con las vueltas del capote,… O esa faena toda al natural, templada, de pases largos, sentidos, profundos,… Como los de aquella tarde de la despedida de Curro Vázquez en la que, en esta misma plaza, Julián demostró que sabía y quería torear de otra manera. Más lenta, más honda, más profunda.
Y ha sido, en fin, de verdad, la capacidad de un chaval tan joven y con tan pocos novillos lidiados como Christian Escribano que ha demostrado un grandísimos concepto con el capote y un gran temple con la muleta. Sin demostrar el pánico que debe suponer hacer el paseíllo con esas seis figuras y con la plaza llena.
Pero han sido de verdad, sobre todo, las lágrimas que la plaza entera ha derramado cuando, antes de empezar el paseíllo, han sacado en su silla de ruedas a Adrián al centro del ruedo, desde donde ha saludado en gesto torero a través de las manos de su esposa. Llanto de dolor y de impotencia. De rabia torera. De imaginarse cada uno cuánto sufrimiento puede llegar a una familia cuando sucede algo así. Pero un llanto también con la esperanza de saber que si esto sucede en el mundo del toro, profesionales y aficionados dan un paso al frente y tratan de que la vida que se avecina, tan diferente, sea al menos llevadera en los afectos y en lo material.
¡Ejemplar lección de temple y torería la de Adrián, su mujer y su hijo!
¡Soberbia muestra de bondad la de todos los profesionales que han salido hoy al ruedo para ayudar a que su amigo, su compañero, tuviera un reconocimiento que le alegrara el espíritu; y un colchón económico que le permita vivir dignamente!
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1 comentario:
Jo, qué emoción.
A mí me ha pillado esto en un avión, pero lo comparto igual.
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