Espartinas, 21 de marzo de 2009.
Feria del toro y de la moda flamenca
Goyesca.
Cuando Ortega Cano brindó el primero de la tarde, al que había recibido bien –aunque asustado- con el capote, desde el centro del ruedo con el bicornio goyista y una torería muy afectada, yo sentía, como en las coplas del piyayo un respeto imponente:
A chufla lo toma la gente,
pero a mí me da pena
y me causa un respeto imponente.
Su evidente ausencia de facultades, sobre su traje morado y bordado con la traza barroca de una negra orfebrería, preocupaba y ha de preocupar si se empeña en seguir toreando.
Y por eso el respeto, un hombre con tantos años de alternativa en la plaza nos pone frente a la tragedia, con el añadido del fucsia marbete del ridículo que la prensa del couché le ha adherido o se ha dejado adherir.
Esta sensación de tragedia y respeto se incrementa con toros de verdad, cuando Frascuelo, con más de cincuenta años se deja abrir las tripas en Las Ventas o cuando lo hacían Curro o Antoñete.
Pero entonces surgió la majestad del temple, el recuerdo del torero que indultó a Velador y le dio la réplica a César Rincón, la grandeza de quien torea a cámara lenta y con la mano muy baja, deteniendo el impulso del toro en un baile –éste sí ¡mira quién baila!- que rozó lo sublime en dos tandas de naturales y dos pases de pecho.
La majestad del temple, la absoluta torería, ya no afectada.
Es necesario ver torear así, para callar bocas y enseñar a los nuevos aficionados.
Gracias, maestro y no lo repita usted mucho.
Le llovieron claveles de Chipiona en una vuelta al ruedo muy emotiva.
Lo de Morante es muy raro, por no pecar de posmodernismo, no diremos que su toreo tiene trazas de impresionismo, pinceladas con la muleta, o expresionismo, brochazos con el capote. Pero igual que cuando Ponce no tiene toro se lo inventa, Morante, cuando no hay toro (y no lo hubo) hace un toreo imaginario que funciona, un toreo expresivo que se parece a la action painting: el natural que no llega a ser, pero que es, el molinete con la muleta enroscada que parece una pincelada, el mentón hundido y el pase bajo, al final sin toro ni pase, que estéticamente funciona, más en la imaginación que en la realidad.
Algo así pasó, sin antagonista, en la útima feria de abril ¿qué sucederá cuando salga un toro, toro que haga el avión en Sevilla o Madrid?
Va a pasar algo tan grande como lo que le pasó a Julio Aparicio en los noventa o el triunfo de JT en el junio pasado.
Y una nueva concepción del toreo sobre la base de la ortodoxia clásica y el duende andaluz: un toreo expresivo.
Lo veremos, y cuando suceda, se volverá a explicar en sus eventuales características.
Que nada tiene que ver, aclaro, con las exageradas cursilerías de Conde que, a veces, eso sí, le funcionan.
Con el útimo toro Morante tuvo mejor enemigo e hizo lo suyo y le cortó las orejas, no quiso salir a hombros y acompañó al verdadero triunfador de la tarde, a Ortega Cano. Lo esperaban para el ridículo y dignificó la profesión.
En honor a la verdad diremos alto y claro que los toros eran chicos, anovillados, feos, afeitados, sin fuerza y que tres se murieron tras la banderillas, con algún comportamiento extrañísimo (¿qué le habrían pinchado?) en el quinto.
Dicho sin perjuicio de lo anterior, por extraño que parezca.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
¡Olé, olé y olé!
Esto es una crónica de toros de ese estilo propio tan imprescindible para darle aún más grandeza a la Fiesta.
Gracias, J.M. Un prólogo genial para la feria que se avecina.
PD Me han confirmado las entradas para 23, 24, 25 y 26. Salvo imponderables, allí estaremos.
Jo, pues muechas gracias LC, como yo pagué la morterada de Canorea, allí estaremos también.
(El domingo que viene a esta hora estará ya la Amargura por la cuesta del bacalao)
Publicar un comentario