A menudo los aficionados perdemos la perspectiva histórica y cultural de la Fiesta. Discutiendo sobre la colocación de los toreros y la variedad de los encastes, las combinaciones de las Ferias y los precios de los abonos, olvidamos el alcance de lo que tenemos entre manos.
Por eso es útil echarle un vistazo al Cossio de vez en cuando. Para comprobar cómo una obra así no sería posible sin siglos de tradición y mucho esfuerzo. Que sólo la costumbre no alumbra obras maestras.
Algo parecido sucede cuando uno visita la Librería Rodríguez de Madrid, o cuando recibe anualmente su magnífico catálogo. Uno percibe la extensión y diversidad del rito. Las diferentes lenguas en las que se ha expresado. Las artes a las que ha dado cobijo. Y cómo desde la poesía a la crónica costumbrista, desde la novela a la divulgación, desde el derecho a la medicina,... siempre ha habido algo nuevo que decir.
Es cierto que nada de lo que se lea sustituye al hombre que se enfrenta a un toro bravo. Que ningún cartel de seda reemplaza al recuerdo de una tarde de gloria. Que ni la mejor crónica supera las tertulias de después del festejo.
Pero en un nuevo inverno gris y frío, ojear los libros de sus estantes, tan cercanos a Las Ventas, estimula el recuerdo y aplaca la impaciencia.
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1 comentario:
Pues yo el otro día estuve a punto de entrar en el Museo de la Maestranza y preferí no hacerlo, para que la afición llegue con todo el empuje de la sangre al borde mismo del Domingo de Resurrección.
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