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jueves, 20 de agosto de 2015

Reflexiones ante una situación de urgencia - 6. Empresarios y aficionados


Las otras dos piezas fundamentales de la Fiesta son los empresarios taurinos y los aficionados. Sin la iniciativa de unos y la presencia continuada en los festejos de los otros, no habría festejos.
El principal problema de los empresarios ya lo abordamos en la cuarta entrega de esta serie. Se trata de que, salvo muy contadas excepciones, no son propietarios de las plazas que gestionan y los contratos para gestionar cosos son de una duración muy escasa. Esto hace tremendamente difícil realizar inversiones en promoción a largo plazo de las que difícilmente se van a beneficiar. Además, la promoción individual de cada empresario tiene límites en el alcance y en la repercusión. Para mí, uno de los ejemplos más llamativos este año ha sido el de la plaza de Cáceres. Es difícil hacer más labor de promoción del que ha hecho la actual empresa tanto en Colegios, como en medios de comunicación, con aficionados, fuera de la propia ciudad,… Aun así, con dos carteles rematados en la feria, el segundo de los cuales era una encerrona de Juli, no se llegó a colgar el “no hay billetes”. ¿Qué faltó? Probablemente dos cosas. Primero, que las labores de promoción con niños y jóvenes sólo ven sus frutos años después. Y luego, que para hacer que lo taurino llegue a la sociedad, hace falta una promoción más institucional que la que puede hacer un solo empresario.
Cierto es que los contratos muy largos pueden tener consecuencias desastrosas (Sevilla en estos dos últimos años es el ejemplo más claro). Pero hay que buscar fórmulas para que los empresarios puedan efectuar inversiones a largo plazo de las que puedan beneficiarse si hacen bien las cosas.
Otro elemento a destacar respecto a los empresarios es la escasa trasparencia de sus negocios. Todos los estamentos de la Fiesta deben ser conscientes de que el secretismo que ha presidido sus negociaciones durante tantos años ya no cabe. Que hay que ser mucho más trasparentes para dar a conocer cómo se desarrollan las conversaciones con toreros y ganaderos para su contratación. Sin contar con la necesidad de ser muchos más trasparentes a la hora de saber cómo y entre quiénes se distribuyen los dineros en torno a la Fiesta.
El conflicto de intereses de empresarios que son a la vez apoderados y ganaderos es otra lacra que hay que desterrar. El intercambio de toreros que apoderan entre empresarios de distintas plazas es un fenómenos con el que hay que acabar, porque sólo redunda en la inclusión de uno o dos toreros sin interés en carteles que podían estar ocupados por toreros jóvenes en sazón que han decidido mantener su independencia.
Puede ser bueno, en fin, recordar aquí el resumen que hacía Ignacio Sánchez Mejías en una acertadísima entrada de su blog de la explicación que Juan Luis Villanueva (aficionado y directivo del Sevilla) daba sobre tres diferencias entre el fútbol y el toreo: (i) en el fútbol los espectadores no pagan más del 25% del coste del espectáculo y en el toreo pagan el 110% de ese coste; (ii) en el fútbol hay una clara organización con una interlocución única, organización absolutamente inexistente en el toreo; y (iii) en el fútbol hay una apuesta decidida por la cantera con miles de niños en las categorías inferiores. Queda mucho por hacer por parte de los empresarios, pero parte de esta labor sólo es posible con una estructura organizada como la que indicábamos en la segunda entrada de esta serie.
Por último, los aficionados. Realidad compleja y variopinta. Pero en todo caso, minoritaria entre los que acuden a las plazas. Esta debe ser la primera consideración que creo que tenemos que hacer y que conduce a que los empresarios rara vez los tengan en cuenta. Las plazas se llenan, tienen que llenarse con más público que aficionados. Y, por tanto, muchas de las decisiones empresariales están condicionadas por esta realidad.
Sin embargo, los aficionados ejercen una labor imprescindible: sin otro interés distinto del de tratar de dar el mejor destino posible al mucho dinero que destinan anualmente a pagarse entradas, muestran sus preferencias por toros y toreros, insisten en cuáles están en mejor momento y cuáles pasan un bache, cuándo se hacen las cosas mejor y cuándo lo que se está dando lo es lo mejor de un torero o una cuadrilla,… Sin duda, muchos son terriblemente fanáticos, a favor o en contra de según qué toros o toreros, y como cualquier fanático, están incapacitados para ver la realidad o juzgarla con criterio. Pero hay otros muchos cuyo criterio debería ser un elemento importante a tener en cuenta en la confección de los carteles.
A los aficionados, además, sería bueno cuidarlos de algún modo. No ya en la comodidad de las plazas, como hemos expuesto, sino en la facilidad para comprar entradas, en tener ventajas económicas reales y sustantivas si uno es abonado, en disponer de descuentos si uno acude a distintas plazas,… Los aficionados que van de plaza en plaza son quizá menos que los que lo hacían hace unos años. Pero siguen (seguimos) existiendo. Y en muchas ocasiones comprar entradas es una odisea, llegar a las plazas se hace mucho más difícil para quienes vamos de fuera,… Y, en todo caso, el trato personal y económico es exactamente igual que al que acude un solo día para comprar una entrada para un solo festejo. Quizá a los clientes habituales, a esos pocos que cada año visitan ocho o diez cosos, habría que tratar que darle alguna facilidad.
Por otro lado, el esfuerzo desinteresado de muchos aficionados por estudiar los más variados aspectos de la tauromaquia: economía, aspectos fiscales, de marketing, laborales, veterinarios,… está redundando en un conjunto de publicaciones, estudios e ideas que deberían ordenarse, catalogarse y valorarse. No conozco muchos sectores económicos donde sean los clientes los que, gratuitamente, estudien el sector, les den idean, publiquen libros,… No aprovechar todo esto sólo responde, y volvemos al comienzo de esta serie, a la inexistencia de una estructura organizada que promueva y defienda la Tauromaquia.

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