Repasábamos en la anterior entrada el Pliego que rigió el concurso de 2006. ¿Qué sucedió con ese Pliego? Básicamente dos cosas muy relevantes: que sólo se presentaron tres empresas para gestionar la plaza más importante del mundo y que la adjudicación se efectuó a la empresa a la que se reconoció mayor experiencia, con una enorme diferencia en este apartado respecto a las otras dos ofertas. Pero vayamos por partes.
Al concurso de 2006 se presentaron tres ofertas: Simón Casas (Toreart), Tomás Entero y Taurodelta (Choperitas), lo cual resultaba bastante llamativo teniendo en cuenta que en 2004 fueron ocho las empresas que concurrieron.
En la baremación final Taurodelta obtuvo un total 81’41 puntos, por 80’30 de Toreart (Simón Casas) y 74’33 de Tomás Entero.
De los distintos criterios, el determinante fue el de la “experiencia”, en el que Taurodelta obtuvo 15 puntos (al reconocérsele 97 años de experiencia), por 5’10 de Torart (39 años de experiencia) y 1,5 de Tomás Entero (18 años de experiencia). Es decir, sin tener en cuenta el apartado de experiencia, Toreart (Simón Casas) hubiera obtenido 75’2 puntos, Tomás Entero 72’83 y Taurodelta (actual gestor) 66’41. O dicho de otro modo, el actual gestor ganó el concurso por 1,11 puntos, pero si no se hubiera tenido en cuenta la experiencia (o no se hubiera tenido en cuenta del modo en que se hizo), hubiera perdido por 8’79 puntos.
En el apartado económico la mejor oferta fue la de Tomás Entero, que ofertó 5.409.000 euros (25 puntos), Toreart ofertó 5.200.000 euros (24’3 puntos) y Taurodelta 5.175.000 euros (23,92 puntos). En cualquier caso, todos ofertaron en torno a un 50% más del canon mínimo establecido por la Comunidad.
En cuanto a la programación taurina, Toreart obtuvo 20 puntos, Tomás Entero 19 y Taurodelta (actual gestor) 17’75 puntos.
En resumen, la Plaza de Las Ventas fue adjudicado por una diferencia enorme en la valoración de la “experiencia” en la gestión de plazas de toros de uno de los candidatos (Taurodelta) respecto a los otros dos. Y ese candidato, por el contrario, era quien peor oferta tenía en todos los demás apartados (y, de forma particular, en el correspondiente a la programación taurina).
Que la adjudicación fue bastante discutida puede comprobarse en los medios de aquellos días. Puede consultarse, por ejemplo, lo que decía Zabala de la Serna, lo que apuntó El Confidencial o el Monográfico que dedicó la Asociación El Toro, asociación a la que como sabrán los seguidores de este blog uno no tiene especial simpatía, pero que he de reconocer que desde su visión, muchas veces sesgada, hacen un seguimiento continuo de lo que pasa en Las Ventas.
Apuntaba que la oferta ganadora no fue la mejor de las presentadas en cuanto a programación, aspectos culturales, difusión, etc. Esto, sin embargo, no significa que la adjudicación no fuera legal. Para poder realizar ese análisis debería tener muchos más datos de los que dispongo pero, en todo caso, la Sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Madrid de 19 de noviembre de 2009, avala la legalidad de la concesión, por lo que debemos asumir que así es. Sin embargo, más allá de que la concesión sea ajustada a derecho, lo que hay que tener presente es que el Pliego que se hizo permitía adjudicar la Plaza sólo por un criterio basado en los años que una determinada sociedad (ni siquiera sus gestores actuales) llevara gestionando plazas de toros y con independencia de cuál fuera la oferta más imaginativa, la que ofreciera mejores carteles, una temporada más equilibrada o una mayor repercusión social y cultural de la Fiesta.
Lo que ha sucedido del 2006 para acá es consecuencia de ese Pliego y de esa adjudicación. Ha sucedido que, con diferencias entre unos años y otros, los carteles de San Isidro son muy malos y constituyen un conjunto que no conseguirían abonar más de un 10% de la plaza en ninguna localidad de España o Francia, y que sólo se mantiene en Madrid por inercias varias. Que aunque se había tratado de recortar la Feria de San Isidro, en la práctica el conjunto sigue siendo un cansado mes de toros porque se ha adosado la Feria del Aniversario, una Feria mejor rematada y que los abonados en general comprar porque si no se perderían a las figuras a las que querrían ver en San Isidro y no fuera de él. El resto de los carteles de la temporada son un absoluto desastre (excepción hecha de los Domingos de Ramos y Resurrección, que efectivamente han mejorado mucho estos últimos años, y el del 15 de agosto que ha mejorado, aunque menos).
Cada vez son más los aficionados que no van más que a seis u ocho corridas en toda la Feria y el resto las regalan o las dejan en casa. Calculan lo que les supondría un abono de esas corridas en otra ciudad y ven cómo el precio de San Isidro es equivalente aunque no vaya a más de la mitad de los festejos.
Por otro lado, la repercusión social y cultural de la celebración de la Feria de San Isidro en la ciudad de Madrid y en los medios de información generalistas es cada vez menor y están desapareciendo tertulias radiofónicas diarias, especiales en los diarios y otras muchas actividades que llevaban la tauromaquia a muchos hogares durante todo el mes de mayo hace diez o quince años.
En el apartado económico, la Comunidad de Madrid recibe mucho más dinero del que pensaba y del que, por tanto, destina a la actividad taurina, como explicaba muy bien Los Toros en el Siglo XXI. Pero tanto Comunidad como empresa obtienen suculentos beneficios por un abono constante en San Isidro y porque el coste de los carteles de cada domingo son ridículos, y entre extranjeros de paso por Madrid (chinos y japoneses, sobre todo) y aficionados impenitentes, se obtienen ingresos bastante para compensar esos gastos (y ganar o perder sólo algo de dinero, según los casos).
Madrid tiene, por tanto, una gestión basada en la inercia de un abono que se sigue renovando año tras año y que permite llenar la plaza un mes al año, a pesar de carteles sin interés y de los escasos resultados artísticos. Y la Feria de San Isidro ya no tiene la importancia social que hace unos años. La plaza de Madrid no es un referente de la temporada, ni para los toreros ni para los aficionados, aunque de vez en cuando (muy de vez en cuando) se obre el milagro y se vea un toreo como no puede verse en ninguna otra plaza.
En este panorama, la Comunidad tiene que decidir, para el próximo concurso, si quiere mantener estas inercias o quiere plantear un Pliego innovador para que Las Ventas sea la referencia ineludible en todo el mundo taurino y no-taurino durante unos días (habrá que ver cuántos) el mes de mayo. Para que en esos días se exponga toda la importancia económica y la actividad cultural que existe en torno a la Fiesta. Y para que el resto de temporada, la plaza sea una plaza de interés y no de debutantes o de quienes buscan la última oportunidad para engancharse al carro de una carrera que aún no ha despegado o que está a punto de acabar.
Habrá que decidir cuáles son los objetivos que se quieren conseguir en la gestión de la Plaza de Toros de Las Ventas en los próximos años. Y a ello dedicaremos la próxima entrada.
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