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sábado, 23 de abril de 2011

Juan Pedro / Francia

La Semana Santa ha venido cargada de noticias taurinas. No es muy habitual que esta semana dé tanto juego, pero lo tardío de su celebración (y su consiguiente cercanía con algunas ferias) y lo azaroso del destino han congregado aconteceres de todo tipo.

De todos ellos, el más doloroso es la muerte de D. Juan Pedro Domecq, ganadero sin el cual no se puede entender el toro actual, ni el modo en que hoy es posible torear. Habrá quien critique que algunos toros de su ganadería y de otras que se han creado con vacas y sementales de su procedencia han llevado su falta de fuerza y de casta más allá de lo deseable. Habrá quien critique la preponderancia de su encaste (algo de lo que él, obviamente, no era el culpable). Habrá a quien le puedan parecer más o menos acertadas muchas de sus declaraciones... Pero lo que creo que nadie podrá criticar es su pasión por el toro bravo y la visión para haber creado un toro con una nobleza y una forma de embestir que han permitido que el toreo dé un paso más allá en su profundidad y pueda canalizar la emoción a través de la estética de un modo que otros toros, otros encastes, no podrían hacerlo.

No le conocí personalmente, aunque coincidí con él hace un par de años en Nimes en el primer tercio de los Encuentros de Derecho Taurino y debo reconocer que, más allá de que uno estuviera o no de acuerdo en sus postulados, era una persona con unas ideas propias sobre el toro y el toreo, ajenas a cualquier conservadurismo y a las convenciones más o menos extendidas.

El libro "Del toreo a la bravura", publicado hace unos años es un compendio sensacional de lo que significa, cómo se cría, se selecciona y qué debe ser el toro de lidia. Que luego algunos de sus toros no se ajustaran plenamente a este modelo no es sino la evidencia de lo difícil que es conseguir en la finca el animal que uno tiene en su cabeza. Aunque lo lleve años intentando.

La noticia feliz para la Fiesta viene nuevamente de Francia, que ha inscrito la tauromaquia entre los Bienes Intangibles de Interés Cultural. Se ha conseguido por la iniciativa del Observatorio de las Culturas Taurinas, organización taurina que agrupa a los aficionados y grupos de interés en torno a la Fiesta. ¡Qué lejos de esos aficionados de por aquí a quienes repugna la palabra "cultura" (o la ignoran, porque no pueden entenderla)! ¡Qué lejos de agrupaciones sindicales de toreros, picadores, ganaderos o empresarios!

El futuro de la Fiesta, y su defensa, está en su consideración cultural. Más aún que en su dimensión económica o en la "simple" tradición. Francia, como en tantas cosas, nos ha marcado el camino, mientras aquí, políticos, aficionados y profesionales seguimos discutiendo si son galgos o podencos.


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