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jueves, 17 de diciembre de 2009

Cataluña y los toros: ¡Es la libertad!

En estos días, casi todos los medios de comunicación se hacen eco de la votación que tendrá lugar mañana en el Parlamento de Cataluña sobre la Iniciativa Legislativa Popular que propugna una modificación legislativa que prohiba la celebración de corridas de toros en Cataluña.

Es una pena que lo taurino sólo llegue a las portadas de los periódicos o a los informativos cuando se trata de dar malas noticias (prohibiciones o cornadas), pero no cuando hay que celebrar la pujanza de una manifestación cultural de primer orden. No en el día a día de la temporada. Narrando los triunfos y los fracasos de toreros y ganaderos. Como ha sido siempre. Y como corresponde, si hubiera la más mínima ética periodística, a su importancia social y económica como segundo espectáculo de masas en España. Aunque de esto, además de una profesión periódistica bastante mediocre en general, también tienen la culpa los taurinos con su ostracismo, opacidad y nula capacidad para mirar más allá de su cuenta de resultados diaria.

En cualquier caso, es evidente que lo que se ha planteado como un debate animalista es, sin embargo, una discusión identitaria. Y, en el fondo, un debate sobre la libertad.

Si los que proponen la iniciativa y los que la apoyan fueran honestos (que es obvio que no lo son) dirían que quieren prohibir los toros para extirpar de Cataluña un espectáculo asociado con España. Pero el problema es que, planteado así, la discusión es relativamente simple. Por un lado porque, aunque les pese, en España hay una sola soberanía que reside en el conjunto del pueblo español. Y porque todo el pueblo español lo ha querido, nuestro país se ha organizado de un modo en que los distintos territorios que lo componen pueden legislar y organizar su convivencia dentro de determinados límites. Pero eso no convierte a cada "Parlamento" es una fuente nueva de legitimidad democrática, sino en un mero instrumento de organización funcional de la única fuente de poder soberano que es el conjunto de los españoles. Y, en consecuencia, no es lícito, ni legítimo, ni legalmente admisible, que una parte del todo legisle para diferenciarse de la fuente originaria del poder que ejerce. Y, por otro, porque el espectáculo taurino tiene una entidad que supera ampliamente los límites geográficos del Estado español. Y el sur de Francia es un ejemplo muy cercano geográficamente a Cataluña que evidencia como la afición taurina no requiere un pasaporte del sur de los Pirineos.

En lo que respecta a los animales, una primera consideración obvia: los animales no tienen "derechos", cualidad exclusivamente humana. Otra cosa es que, por respeto a nuestra condición humana, se nos exija tratar a los animales de un modo acorde con su naturaleza. Pero el debate será siempre entre seres humanos, y los derechos que resultan de la organización jurídica de la que sólo nosotros nos dotamos y sólo en atención a lo que corresponde a los valores e intereses de la raza humana. Esto ha sido siempre evidente para quienes compartían su vida con la naturaleza en el ámbito rural, para quienes amaban (aman) a los animales, pero son conscientes de que hay que tratarlos como animales, como corresponde a cada animal. Pero en una sociedad cada día más urbana mucho creen que los animales hablan, se casan, tienen hijos a los que llevan al colegio y con quienes se sientan a comer en una mesa viendo la televisión,... Y de este supino desconocimiento de los animales surgen propuestas descabelladas de ecologistas de salón que nunca han visto a un animal en su hábitat.

Precisamente porque la cuestión es tratar a los animales conforme a su naturaleza y en tanto sirvan a la especie humana, la Iniciativa Legislativa Popular adolece de dos tremendan incongruencias: una sustancial y otra anecdótica. Empezando por esta última, prohibir los toros y autorizar y "proteger" los corre-bous es de un cinismo cósmico. El trato que recibe el toro de lidia en una corrida de toros se compadece de forma bastante coherente con su naturaleza (de hecho, se le permite "luchar" y desarrollar su instinto, y lo hace), y eso no sucede (o sucede en mucho menor medida) en los corre-bous. Que haya que proteger los corre-bous por razones electorales y prohibir los toros porque no impacta en las urnas es sólo una muestra más de lo falaz de los términos en los que se ha planteado la discusión.

Pero decía que había una incongruencia sustancial. Si los toros se prohiben por la defensa del animal, habría que prohibir la cría y consumo de cualquier animal. O dicho de otro modo: salvo que uno considere que no cabe ninguna forma de consumo de carne y de cría y domesticación de los animales, la Fiesta es el ámbito en el que a un animal se le trata de forma más respetuosa con “su” identidad y “sus” caracteres propios, como ha demostrado de forma magistral el filósofo francés Francis Wolff en su genial libro “La filosofía de las corridas de toros”. Por tanto, si no se considera razonable, adecuado o posible prohibir la cría y consumo de animales, lo que no es coherente es prohibir las corridas de toros, que suponen un modo de relación con el animal mucho más acorde con su naturaleza que la que se mantiene, por ejemplo, con los pollos, desde su nacimiento hasta su pronta muerte, pasando por un engorde rápido de hormonas.

Otra cosa es que lo que se pretenda defender es que no puede haber un espectáculo en el que haya quien se "divierta" con el sufrimiento de un animal. Porque aquí, después de recordar que ningún aficionado va a la plaza a ver sufrir a un animal, y menos a divertirse a su costa, de lo que estamos hablando es de un ejercicio de libertad. Esto es, de si unos cuantos pueden imponer su visión del mundo y de la ocupación del tiempo libre al resto (aunque este resto sea una minoría). Y aquí, la respuesta es contundente: no es posible. Más aún, es un ejercicio totalitario.

Prohibir los toros es limitar la libertad: la libertad de creación del torero, la libertad de sentimiento y de celebración festiva del espectador, la libertad de empresa del ganadero y del organizador de espectáculos taurinos, la libertad de los Ayuntamientos para incorporar los toros como parte de su patrocinio cultural y festivo. Y es importante recordar que la libertad no es fraccionable. Que la historia nos enseña que cuando se empiezan recortando derechos y libertades a determinados colectivos, o en determinados espacios, lo habitual es que el poder público acabe considerando que sólo él puede determinar qué derechos y libertades son procedentes en cada momento y para cada individuo o grupo de individuos. Lo cual no suele traer buenas consecuencias.

Tengo para mí que la Iniciativa Legislativa Popular, por quien la impulsa y por quien la apoya, no es sino una manifestación más de quienes tratan de imponer legalmente su visión del mundo y la exigencia de que todos nos comportemos conforme a lo que ellos consideran correcto. O sea, una manifestación del más puro totalitarismo.

Por eso, más aún que por la defensa de la tauromaquia, hay que tratar de impedir que llegue a aprobarse. Porque lo que está en juego es mucho más que si vamos a poder ir o no a Barcelona a ver a José Tomás. Lo que se discute mañana en Cataluña es si cada individuo puede actuar conforme a sus creencias, valores y principios, siempre que esto permita a todos los demás actuar también conforme a sus creencias, valores y principios, o si hay quien puede determinar cuáles son las mejores creencias, valores y principios, a los que todos tenemos que ajustar nuestro comportamiento.

Ustedes me dirán.

7 comentarios:

José María JURADO dijo...

Hola, Lorenzo, yo iba a escribir hoy mi "defensa" y no descarto hacerlo, pero cómo atreverse ante tan sublime exposición de razones y motivos.

Un 10. Ahora mismo lo enlazo en mi otro blog.

L.C. dijo...

Escríbelo, J.M. Será tremendamente ilustrativo.

Y muchas gracias por tu comentario.

Juan Antonio González Romano dijo...

En efecto, de 10. Pero no te escaquees, José María, que la tuya seguro que no va a ser menos.
Un abrazo a ambos.

Amma Sinclética dijo...

La libertad no es un fin,
es un medio.

Cuando un medio
no cumple con su finalidad,
debe ser anulado.

La finalidad de la libertad
es el bienestar humano.

Ergo,
si la libertad no cumple
con su función,
debe ser suprimida.

No puede existir
ningún bienestar humano
al margen del respeto
hacia las demás criaturas
vivientes.

Ergo,
la tauromaquia
debe ser suprimida.

L.C. dijo...

Me alegro de su contestación, Mademoiselle de Maupin, porque creo que ilustra de un modo ejemplar lo que pretendía explicar en mi entrada: que los que pretenden acabar con los toros no creen en la libertad; piensan que es sólo un medio para llegar a un fin más alto (llámese binestar o llámese como se quiera).

El problema es que sobre ese fin habrá diferentes enfoques, y si se trata de imponer uno de ellos sobre el pensamiento y el modo de actuar de otros (incluso si se trata de imponer el de la mayoría), se acaba en los totalitarismos, como tenemos múltiples ejemplos en el siglo XX.

Sólo reconociendo, con los mejores pensadores de la Ilustración, que la libertad es un fin en sí mismo y que sólo puede limitarse por el alcance de la libertad de los otros, es posible establecer unos principios de convivencia que respeten la dignidad de los seres humanos.

¡Líbranos, Señor, de los que tratan de salvarnos imponiendo lo que más nos conviene!

Por otro lado, le agradezco el respetuoso tono de su respuesta.

Amma Sinclética dijo...

El proyecto ilustrado fracasó.

La legalización del aborto
en nombre de la libertad individual
encarna el auge de los ideales libertarios
de la Era de las Luces.

La modernidad fracasó.

El mito del progreso cayó
junto con el muro de Berlín,
y aun antes,
aun mucho antes.

Los ideales libertarios
y el proyecto progresista
generaron depresiones masivas
-y gran oficio a psicólogos
y a psiquiatras-
en una escala inaudita
nunca antes presenciada
en la sociedad Occidental.

La libertad es un valor bello
que no debe mancillarse en el mal uso
y echarse a perder así.

¿Tienen derecho los padres
a ser libres de criar como deseen
a sus hijos
y a educarlos,
si así quieren,
mediante golpes
que generen heridas
de severa gravedad
cuya realización debamos respetar
en nombre de la libertad?

Cito un fragmento
de una descripción de mi blog:

Los promotores de semejante usanza apelan, desde una óptica liberal surgida con la Revolución Francesa, a los mal comprendidos valores de la libertad individual y de la tolerancia con la finalidad de que se les permita proseguir con sus prácticas. Sin embargo, la libertad irrestricta no puede conducir a nada bueno a una sociedad que se considere digna: genera caos social, desequilibrio, inestabilidad política, anarquía. La tolerancia tiene un límite. Aquella práctica barbárica conocida como tauromaquia incentiva la violencia, despertando las bajas pasiones del público, el cual no merece la autorización para ejercer el libertinaje sirviéndose como medio del sufrimiento de un animal desvalido y mancillando su propia salud y con ella la de la sociedad entera: porque los miembros que componen a una comunidad no son individuos aislados sin relación con su entorno, de modo que sus daños individuales repercuten en el plano colectivo, sobre la nación entera. El mito de la libertad individual nos ha conducido a un individualismo extremo donde lo que las personas realizan es ajeno al bienestar publico y al orden social, como si estos elementos no estuviesen íntimamente relacionados.

José María JURADO dijo...

cito a MM:

"Aquella práctica barbárica conocida como tauromaquia incentiva la violencia, despertando las bajas pasiones del público"

¿Hablamos de fútbol?
¿Has ido alguna vez a los toros?
¿Eran bajas las pasiones de tantos artistas-público?

Quien es incapaz de comprender que el toreo no es la tortura de un animal y que no hay, más bien al contrario, ningún elemento de dsifrute en el sufrimiento del toro no ha comprendido la esencia del rito y no puede, lo siento, emitir un juicio válido al respecto.

cito:
"
los miembros que componen a una comunidad no son individuos aislados sin relación con su entorno, de modo que sus daños individuales repercuten en el plano colectivo, sobre la nación entera."

Bien, pero en el peor de los casos ¿a quien se quebranta? A un toro. Y los toros, como el resto de los animales, están puestos ahí para:

a) Comérmelos si son comestibles
b) Matarlos si son venenosos o pican
c) Verlos en los documentales.

Y poco más. Creo que en tu análisis concedes derechos a los animales e iguales las guillotinas de la Revolución con el estoque de torear y eso es una afrenta muy grave al cuello inmaculado de María Antonieta.

También es malo matar hormigas cuando se hace footing, pero bueno -dicen- para el colesterol.