Morante lleva años imaginando su tarde soñada. Una tarde de seis toros en la que despliegue su tauromaquia completa. Su inmenso toreo de capote, con el mentón hundido, acompañando el lance con el cuerpo entero, ganando pasos al toro hasta el centro del ruedo en el recibo a la verónica, cerrando las series con una media garbosa, mínima, vaciando el arte y la suerte. De un modo personal y único. Como sólo puede hacerlo quien convierte la lucha en un ritual de belleza.
Podría incluso, si le dan tiempo a protegerse adecuadamente la pierna, picar a un toro. Como lo hizo (y bastante bien) allá por el 2004 en un festival a beneficio de la Fundación Padre Arrupe en Vistalegre.
Y luego, los palos, en alguno de los toros, reivindicando la pureza de pares al sesgo, al quiebro o por los adentros. Sin alharacas ni carreras, sólo las precisas, desde la distancia justa, para cuadrar en la cara del toro, dejar los pares arriba y salir andando.
Con la muleta, toreo desgarrado a veces e inmensamente suave otras. Enseñando al toro a embestir en ayudados por bajo flexionando las rodillas. O dándole aire en estatuarios y ayudados por alto. Series largas de derechazos, templados, de mano baja, largos, ligados, garbosos,… Acabando las series con pases de pecho, trincherazos, kikirikís o pases de la firma. Y con la izquierda conducir la embestida del toro con una tela mínima, imprescindible, conducida con pasión a cámara lenta. Intercalado con un toreo en sepia sobre los pies, tocando los costados del toro, enroscándose en la muleta, desengañando la embestida. Una forma distinta de lidiar a cada toro según lo exija su comportamiento. Mostrando su amplio repertorio, con todo el clasicismo y el arte, a veces arrebatado y otras lánguido, casi desganado, pero siempre puro, perfecto.
Morante ha soñado cientos de veces con esa tarde perfecta y lo ha intentado con insistencia.
Pero no hay manera. Siempre deja momentos que justifican el viaje (como aquel sexto toro de la beneficencia de Madrid), pero no acaba de cuajar la tarde imaginada. Ni siquiera cuando ha elegido toros en el campo de distintas ganaderías y se encierra en un coso protegido de la lluvia y del viento, como el de Zaragoza. Ni siquiera cuando lo hace el mismísimo día del Pilar. Vaya usted a saber si porque la del Pilar es una advocación menos aficionada que la Macarena, la Estrella, la Piedad del Baratillo o la Esperanza de Triana, pongamos por caso.
En fin, que Morante ha puesto fin a su temporada en Zaragoza matando seis toros, dejando apuntes de su esencia, pero sin redondear la tarde soñada por él y por sus partidarios.
Una peregrinación a Zaragoza el día del Pilar siempre está justificada. Si uno la hace, además, en poco más de hora y cuarto en el AVE es toda una delicia. Y si aprovecha para acercarse a la plaza del Pilar y ver un momento de la ofrenda, pues tiene el día hecho.
Luego, en el confortable coso de la Misericordia, con una cubierta desplegable que se hace casi siempre necesaria en un lugar como aquel y en fechas como estas, vimos a Morante lancear bien a la verónica (sobre todo en un par de ellas), y dio otra en el quite absolutamente sublime. Torerísimo comienzo de faena con la muleta con pases por alto y trincherazos y dos buenas series con la derecha, con algún pase inmenso. Poco más.
Prácticamente nada con el soso y flojo segundo (de su apoderado, que no parece tener el mismo ojo con los toros que con los toreros).
El tercero, de Fuente Ymbro, era un toro inmenso, altísimo, de casi seiscientos kilos, que tampoco dio opciones y Morante abrevió. Gran bronca de muchos (ya enfadados para entonces de cómo se adivinaba el final del asunto) y palmas por bulerías de sus incondicionales, que no éramos pocos.
Al cuarto, de el Pilar, lo recibió también muy bien a la verónica y lo dejó colocado para el segundo puyazo con un recorte genial. Al toro le dieron una pésima lidia y cogió al banderillero Manuel Bueno en el que estaba llamado a ser su último par de banderillas en activo. ¡Ya es mala suerte! Parece que cogió el estoque de verdad porque no veía posibilidades algunas y que, después de sacárselo al tercio, cambió de idea y volvió a su mozo de espada para que le cambiara el estoque por la ayuda. Pero obviamente la gente no tenía ni idea de aquello y supuso que sucedía exactamente lo contrario, manifestando ostensible su desaprobación (por decirlo de modo fino). Empezó con la derecha en una serie buena y arriesgada. Luego, se lo lleva a los medios y da pases enormes también con la diestra, de mano arrastrada. Igual que en el tercio, donde remata una tanda con un pase de pecho para repetirlo por los siglos de los siglos. Y luego un ayudado por alto ligado con un natural que justificaría, por sí sólo, haber seguido a Morante durante toda la temporada. ¡Dios mío, qué manera de llevar al toro! A partir de ahí el toro se queda mucho más corto aún y se echa. Le ha podido del todo. Media caída después de un torrente de emociones varias. Genial e impredecible.
El quinto, de Zalduendo, también de muchísima presencia, fue muy soso y no dio ninguna opción.
Al sexto, de Núñez del Cuvillo, lo recibió con una larga de rodilla en el tercio y una buena serie a la verónica. Buen quite de dos verónica y media. Pone banderillas el de la Puebla con soltura y clasicismo. Muy bien, sobre todo, el tercero, por los adentros. Impresionante la torería para sacarse al toro a los medios. Da algún pase bueno, pero el toro no repite. Insiste en el centro mismo del ruedo, pero no hay manera.
La elección de los toros y no otra cosa frustró una vez más que Morante tuviera su tarde imaginada. Pero el viaje no fue en vano. Sin ser buena, la corrida dejó apuntes de un torero único, imprescindible, ajeno a la vulgaridad generalizada en que se convierte muchas veces el espectáculo.
Y fue una prueba más de que de toros (de criarlo, de seleccionarlos, de elegirlos en el campo) no sabe nadie. Porque no me creo yo que no se haya puesto empeño y buena voluntad en seleccionar los de esta tarde o los del 10 de agosto de el Puerto de Santa María. Y ya saben ustedes cómo han salido las dos corridas.
Seguiremos esperando que otra tarde (la próxima temporada ya) pueda desplegar toda su tauromaquia. ¿En Sevilla, por ejemplo, el Domingo de Resurrección?
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Seguro que en Sevilla, siempre que no la suspendan.
Me ha parecido maravillosa la descricpción de la tarde soñada.
Era como verlo, esto es lo que hay que hacer, cuando las cosas no salen, hablar de lo que puede ser.
Vamos que si lo demás te lo ahorras, no pasa nada.
Publicar un comentario