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lunes, 6 de octubre de 2008

Madrid (3 de octubre de 2008) - El gran dilema ético

La tarde del viernes en Las Ventas, la de la encerrona de Perera, ha sido una de las tardes que más he sufrido en una plaza de toros.

He sufrido con el dolor en la cara del torero después de la cogida al entrar al matar a su segundo. Al ver cómo volvía poco tiempo después para seguir con su gesta (después de haber sido operado sin anestesia ninguna). Cuando el quinto se lo llevaba literalmente por delante al comenzar la faena de muleta. Y al comprobar cómo a pesar de no poder prácticamente moverse siguió con la lidia después de que le colocaran un torniquete y dio una estocada sensacional (como la de los otros cuatro toros que mató) y se marchó caminando a la enfermería.

Lo de Perera ha sido una gran proeza, un nuevo interrogante y una pequeña decepción.

Una gran proeza por su modo de sobreponerse a tantos elementos adversos. A un sector de la plaza tremendamente frío. A una temperatura casi invernal. Y a un viento abundante y racheado. A toros poco propicios. A subalternos contratados para la ocasión que no siempre estuvieron a la altura. Y a dos cogidas espeluznantes.

Pero una proeza, sobre todo, por el gran toreo desplegado. Un toreo de quietud y te temple. De mando y de mano baja. Toreo grandioso al tercero y el cuarto. Series ligadas, perfección estética, naturales lentísimos,… Y con estocadas perfectamente ejecutadas a la primera en todos sus toros.

Todo ello, ante el interrogante del sentido de la Fiesta. El gran interrogante y dilema ético al que hemos hecho referencia otras veces, que es el de la licitud de que alguien arriesgue su vida en este combate ritual. Una cuestión que se acentúa cuando el torero sigue empeñándose en torear a pesar del tremendo dolor y de la merma de facultades que supone una cornada. Y más aún tras la segunda, que ponía en riesgo la circulación de la sangre en toda su pierna. El pundonor se convierte aquí en una pieza clave ante la cual uno no puede permanecer impasible. Pero resulta duro, muy duro, ver cómo sigue el espectáculo con un hombre tan castigado.

De hecho hubo muchos que exigían a gritos que lo llevaran a la enfermería quisiera o no y que abandonaron la plaza cuando vieron cómo el torero seguía jugándose la vida. Reconozco la grandeza de la gesta del torero, pero entiendo también a los que no podían soportar más el sufrimiento y no entendían el sentido que tenía aquel esfuerzo sobrehumano.

Y, al final, con el frío y el mal cuerpo de tantos sobresaltos, una pequeña decepción. Que supongo compartirá también el torero. Porque no pudo demostrar, ni de lejos, de lo que es capaz. A pesar de que vimos muy buen toreo fue mucho más el que los elementos se empeñaron en impedir.

Perera quería reivindicar su gran toreo. Y rematar con una tarde redonda en Madrid lo que ha sido una temporada única, con triunfos en todas las plazas. Con un gran toreo día tras día.
Y sólo pudo hacerlo en parte. A pesar de darlo todo y de estar en un momento en el que todo lo ve fácil. Pero ni los toros ni el viento colaboraron, y la mala suerte de las cornadas impidió una mayor rotundidad. Lo que vimos está entre las cinco o seis mejores faenas en esta plaza durante esta temporada. Pero podía haber sido aún mejor.

No descartaría yo que volviera a intentarlo en la misma Plaza y no mucho más allá de la próxima temporada… Puede hacerlo cuando quiera. Tiene valor, arte, poder y gracia para triunfar en Madrid con un solo toro o cuajar a seis seguidos.

(Por cierto, al igual que se critica la ausencia de lonas y la tablilla en las suspensiones de La Maestranza, debemos criticar la cursilería del encargado de la megafonía de Las Ventas. Hay que ser redicho para decir que “… una vez realizada la exploración y debido a la intencionalidad del diestro, volverá al ruedo de la capital”. Un hervor le falta a alguno).

2 comentarios:

José María JURADO dijo...

La verdad es que con lo del trombo se jugo la pierna y con lo del primero, la piernas de sus hijos, o la otra pierna, según se mire. Muy gore. Esto es salir a darlo todo. Admirable y no.
Magnífica crónica, Lorenzo.

Anónimo dijo...

Gracias, José María.

A ver cuándo me pongo con la aburrida del domingo (habrá que hacer faena de aliño).

Y esperando ver el domingo a Morante.