Cuando tras una corrida de toros los tres toreros y el mayoral salen a hombros es que el personal se ha divertido. Y que ha habido buen toreo. Aunque, obviamente, dependiendo de la plaza, de las fechas, de la ganadería y de los toreros, este brillante colofón no siempre se corresponde con un acontecimiento memorable.
Uno, que como ha explicado otras veces nació a la afición taurina de la mano de las fiestas patronales, tiene un respeto reverencial por los que van a la plaza a divertirse. Incluso cuando ese afán de diversión aligera el ondear de moqueros para pedir apéndices de forma compulsiva después de cada faena. Porque más allá de las orejas, lo que importan son los sentimientos. Tanto los que nacen de la emoción del buen toreo, como los vinculados a la diversión por faenas algo más despegadas, o incluso los de quienes disfrutan por el paisanaje, viendo al torero local compartir cartel con figuran consagradas.
Lo cierto es que la corrida del sábado en San Sebastián de los Reyes permitió el triunfo de los toreros con toros de Victoriano del Río muy a modo, colaboradores, noblotes, aunque no excesivamente aparatosos ni de una bravura desbordante. Toros, en fin, “cómodos”, hasta donde pueden serlo los animales de lidia. Pero toros buenos en general con uno, el segundo, excepcional en la muleta.
El Juli demostró un magisterio apabullante, con una tremenda seguridad toda la tarde y con una técnica que disminuye la sensación de riesgo y hace parecer sencillo lo que encierra muchos años de afición y oficio. A su primero lo recibió bien de capa y le realizó un vistoso quite en el centro del ruedo ligando una verónica con una navarra y una revolera. Con la muleta, faena muy templada y estética con ambas manos en la que destacaron algunos naturales largos y profundos, muy bien ligados con el de pecho. Finalizó la faena con un circular invertido perfecto en su ejecución y otro en dos tiempos que ligó con varios pases de adorno sin mover los pies del suelo. Tras un volapié perfecto le dieron dos orejas más que justificadas.
En el cuarto hizo un recibo de capote magistral ganando terreno al toro en cada verónica y acabando a los medios, todo ello con una hondura que, no sé muy bien por qué, no caló demasiado en la concurrencia. Quitó muy bien por verónicas antes de que los subalternos protagonizaran un buen tercio de banderillas, en el que destacó un tercer par excepcional. La faena de muleta la empezó con seis u ocho pases por alto sin moverse del sitio. Fue lo más destacado de la faena, porque el toro se quedó muy parado y tuvo que sacarle los pases de uno en uno. Aún así, instrumentó series de derechazos y naturales con algunos pases de mucha hondura antes de pegarse un auténtico arrimón, metiéndose entre los pitones y dominando lo que quedaba de embestida a base de dominio en pases circulares y por alto. Después de un pinchazo cobró una estocada entera y el premio esta vez se quedó en una sola oreja.
El Cid, por su parte, dio muestras una vez más de la suerte que le acompaña en los sorteos, de su gran estética y de su absoluta entrega. Es un torero que se ha convertido en figura a base de tesón y de una honradez absoluta en cada actuación. A él le correspondió el mejor toro de la corrida, el segundo de la tarde, al que recibió con muy buenas verónicas. Después de un puyazo breve y un buen tercio de banderillas, el matador se fue al centro del ruedo y citó desde allí al toro, instrumentándole varias series con la derecha realmente buenas, largas y con hondura. Dio mucho sitio al toro tanto en el toreo con la diestra como al natural, entre los que hubo dos inmensos. Muchísimos toreo, y del bueno, que el toro empezó a acusar quedándose algo más corto. Después de un circular y varios pases de adorno, lo mató de una gran estocada. Al torero le dieron dos orejas de justicia y al toro una vuelta al ruedo.
El quinto fue un toro algo más complicado. Lo recibió con lances por bajo con una rodilla en tierra, delantales y media. Con la muleta, empezó con ayudados y se echó rápido la muleta a la mano izquierda. Faena de temple y conocimiento, con buenos pases al natural y una serie buena con la derecha a media altura. Consiguió, en fin, sacar al toro lo que tenía, que era bastante menos que el anterior de su lote, acortando mucho la distancia al final de la faena. Después de un pinchazo y una estocada le dieron otras dos orejas, la segunda fruto sobre todo del cariño y premiando más la disposición que el toreo profundo y hondo, que lo hubo… pero en el segundo.
Por su parte, el local Gabriel Picazo estuvo muy dispuesto a agradar a sus paisanos toda la tarde. Y sus paisanos se lo agradecieron pidiendo para él los trofeos con insistencia al final de sus faenas. Cortó una oreja del tercero y dos del sexto, aunque sus faenas fueron menos rotundas que las de el Juli o el Cid. En su descargo, decir que tuvo probablemente el peor lote.
Recibió a su primero con sólo un par de verónicas porque el toro le desarmó a la tercera. También le arrolló en el quite por chicuelinas, aunque se hizo un ingenioso autopase antes de dar una nueva chicuelina y una revolera. Empezó por bajo con la muleta, ligando luego varias series con la derecha en las que el toro protestaba un poco (¿quizá porque le ahogaba un poco y no se le daba el sitio suficiente?). Por la izquierda sacó pases de uno en uno antes de darse un extraño arrimón en el que el toro no se lo llevó por delante de milagro. Mató de un bajonazo delantero y atravesado, descabellando mal.
En el sexto, el recibo por verónicas y el quite no fueron muy lucidos. Con la muleta empezó con ayudados por alto y otros pases con gracia. Luego, toreo con la diestra templado pero sin mucha hondura a un toro con un punto violento, al que hay que poder. Destacó un buen cambio de mano y algún natural, aunque en general en el toreo con la zurda los pases fueron algo despegados. El toro se quedó parado y el toreo se arrimó, aquí sí con más criterio y mejores resultados. Terminó con bernardinas ceñidísimas, antes de recetar una estocada entera ligeramente caida.
Tarde, en fin, interesante, entretenida, divertida,… con dos grandes toreros (el Juli y el Cid) y uno más joven que no se arrugó nunca pero al que aún le falta oficio.
¡Qué las peores que veamos sean como ésta!
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