Aunque diecinueve mil almas lo aclamaran como no fue nunca aclamado Jesucristo a la entrada de Jerusalén o Aquiles cuando mató a Héctor, domador de caballos, José Tomás, el mesías, avanzaba en una profunda y austera soledad al abrirse el portón de cuadrillas en Barcelona.
Éste fue el momento más intenso de la corrida del pasado jueves, el paseíllo que dejaba una estela de gloria en el albero, la rúbrica de lo que, sin embargo, empezaba, el principio de un barco que, poco a poco, se está yendo.
En un inmenso gesto de humildad y respeto José Tomás se desmonteró, como quien es nuevo en la Plaza.
Porque el tiempo fluía al revés.
Leamos la corrida hacia atrás, desde el decepcionante comportamiento del sexto toro, desde la la estocada cumbre y la sublime cadencia de los naturales con la mano derecha al quinto, desde la búsqueda sin respuesta en cada pase de recurso al cuarto en ansia de un arte que no terminaba de estallar, pero que había brillado en su principio, desde la sublime revisión de los sitios del toro y el valor estelar en el tercero cuando el torero insitió en un lugar improbable, desde la concentración del samurái que provocó el silencio cuando debíamos rugir al arrancar esta faena, desde la lágrima que en este punto de concentración litúrgica intensa se me escapó –pues nos arrancó el olé del silencio-, desde la lidia sólo al alcance de los elegidos del bronco segundo, tras una lección de técnica y un valor pavoroso a, nuevamente, el juego flojo del primero y otra vez la montera y la puerta grande y el rugido del paseíllo que se deshace como en una moviola. Y el torero que se borra en el tiempo, otra vez, como hace seis años.
Era la historia de José Tomás y, aprovechando la comparación de un buen amigo, como una sinfonía, como un continuo fluir de masas sonoras en las que el leitmotiv no fuera el toreo sucedido en la Plaza, sino en nuestra inteligencia, en la memoria y en la historia.
Una sinfonía triunfal escuchada hacia atrás en la que lo que "podía ser" superaba a lo que en realidad "era", pero como el toreo es algo mental, esa posibilidad, sin embargo, valía más que las realidades.
José Tomás no puede resucitar a los muertos ¿por qué habríamos de exigirle el triunfo absoluto? El día en que ese triunfo se cumpla dejaríamos de existir ¿podríamos soportar tanta belleza?
Si atendemos a la cuenta de resultados el presidente de Barcelona estuvo comedido o muy comedido, las 5 orejas en Sevilla o en Madrid, en faenas aisladas se hubieran duplicado. Los toros estuvieron excelentemente presentados, no se alivió lo más mínimo ni en peso, conformación o cornamenta y la plaza de Barcelona, con o sin emigraciones, es una plaza de primerísima categoría y sólida afición. Un año y otro hemos disfrutado la corrida con aficionados nativos y al respecto no nos caben dudas.
El problema procede de la comparación de esta tarde con las dos prodigiosas tardes de Madrid, 7 orejas sobre 4 toros, pero ¿contra quién luchaba en Barcelona José Tomás?
Contra nadie.
Y por eso probablemente en su día se fue y pronto se irá yendo.
¿Contra qué durante sus actuaciones en Madrid del año pasado?
Contra la historia, el establishment del taurinismo y contra el ninguneo interesado de los medios y empresas.
Y contra o –mejor- con la dignidad.
Creo que JT es un torero agónico y eso lo hemos visto muy bien en esta tarde: no le vale cualquier toro, ni siquiera un toro con clase o noble, no.
Hace falta el toro que le diga: he venido a quitarte de en medio, un toro bronco al que no le falte nunca ni la fiereza, ni el son. En esa pelea equilibrada JT asusta al miedo, pues su valor, verdaderamente sobrehumano, se sobrepone al animal y crea un arte excelso.
Ese toro bronco es también el taurinismo y JT les ha quitado la taquilla para repartirla luego entre los pobres.
Eso es lo que les molesta.
¿Por qué cuestionar si no a quien ha dignificado, no diré la profesión, sino la afición al rito sagrado de enfrentarse con las fuerzas de la naturaleza?
Si giramos la moviola y regresamos al principio de la tarde, ahí tenemos al gran José Tomás, el que ha hecho rugir los cosos del mundo y de los medios, porque ha reivindicado no sólo la liturgia, sino la figura del héroe para una sociedad sin valores.
Si el seguimiento de la corrida ha sido, luego, triunfalista, es porque no podía ser de otra forma.
¿Contra quién debe luchar José Tomás?
Él y yo sabemos que le queda por derribar, en su nueva etapa, la Puerta del Príncipe.
Ese día caerán muchas cosas que hace tiempo que tuvieron que hundirse.
Y por eso no les interesa traerlo a Sevilla.
Ese día, si llega, lo juro, me corto la coleta.
A ver si puede ser un mano a mano con Morante...
miércoles, 8 de julio de 2009
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2 comentarios:
Brillante y bien ponderado,JM.
Sólo un par de precisiones: lo de jurar en falso está muy feo. Y de cortarse la coleta ni hablamos.
Lorenzo, pues lo prometo con la mano en la constitución y recuerda que tú has sido el primero en anhelar que JT te quitara de ver toros.
Yo ya hice una retirada, hasta que me dije como JT, pero desde la barrera, que vivir sin torear (sin "ve de toreá") no es vivir.
Pero la verdad es que quita tiempo cuando no lo paran.
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