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martes, 16 de junio de 2009

Toledo (14 de junio de 2009) - De la liturgia y el pueblo

Hay quien afirma que cuando en las celebraciones eucarísticas se pasó del latín a la lengua vulgar la religión comenzó a perder sus adeptos. No hay nada como entender lo que se está diciendo para eliminar el misterio. Y sin misterio no hay religión ni fe posible.

Toledo, cuatro días después de la procesión del Corpus, era aún una ciudad engalanada y mágica, donde las flores y los matojos que señalaban el paso de la comitiva impregnaban de un olor medieval aquellos muros antiguos.

En la plaza, todos esperaban también el milagro de la transubstanciación de JT. Más aún después de las noticias y los vídeos de Granada.

Pero la corrida de Zalduendo no permitió el milagro. O tal vez lo permitió en grado sumo. Pero a eso iremos después.

Lo primero, dejar constancia de que El Fundi hizo un tremendo esfuerzo por estar. Y que sólo por eso se merece todos los respetos. El toro, soso y con un recorrido corto, le prendió en un pase en la pierna izquierda y aquello empezó a manar sangre de un modo más que peligroso. (¡Hay que tener mala suerte para que quien acostumbra a matar Miuras, Victorinos, Escolar y regalitos similares lleve más de dos meses sin torear por la caida de un caballo y la cornada de un Zalduendo!). A ese toro lo mató JT entre comentarios de quienes hubieran preferido que se hubiera muerto de viejo y que, tras el desafortunado percance, al menos hubieran podido ver al de Galapagar lidiar tres toros.

Lidió sólo dos. Y de los peores del sorteo. Sosos, sin transmisión, peligrosos a ratos. Pero todo lo que hizo desprendió una tremeda sensación de liturgia. Grandioso el recibo de capa al tercero de la tarde. Y el brindis a Adrián Gómez. Con la muleta, a un toro que no pasaba, cada pase era una demostración de intenciones. No un gesto, ni un paso, ni un pase de más.

En el quinto, toreo a media altura, arrimón, ayudados por alto de verdadera genialidad, trincherillas,... Inteligencia, ritual y técnica todo en uno.

Pensaba al salir de la plaza que muchos tal vez salieron decepcionados por no verle cuajar un toro. Pero la duda me la despejó un joven que, hablando por el móvil, explicaba a su interlocutor que era la primera vez que iba a los toros, que un tal Eugenio de Mora había cortado muchas orejas, pero que lo de JT era otra cosa. Que se ponía en un sitio y estaba de un modo que él, que no entendía nada de toros, le había puesto los pelos de punta. Pues eso. Quien iba a relatar que estuvo en un triunfo grande salió decepcionado. Quien acudió con la mente abierta disfrutó de quien hace las cosas de un modo diferente. De quien triunfa aunque no corte las orejas, aunque los toros no acompañen. Porque incluso así, transmite una sensación de pureza única.

Todo eso sin desmerecer a Eugenio de Mora, que tuvo los dos mejores toros del encierro (cuarto y sexto) y que se fajó con ambos. En el cuarto con un toreo más ortodoxo, derechazos bajando la mano y templando mucho, naturales largos y templados, circulares, ayudados por bajo,... Ese torero que intuímos hace mucho y que se ha ido apagando. Y en el secto con un toreo más bullicioso, rodillas en tierra, desplantes,... Un toreo que sirve para según qué plazas y paisanos pero no que le va a colocar donde se merece si torea como sabe.

Una tarde en fin, de liturgias varias. Y de reconocimiento de que los hombres somos tan poca cosa que sólo desde la liturgia podemos tratar de intuir la verdad. Algún instante de verdad. De gracia. De luz.

1 comentario:

José María JURADO dijo...

Buena media la del final, Maestro.
aún tengo yo pendiente el relato de Cáceres y del Corpus de Sevilla y de alguna novillada dominical por añadidura.

Pero faltan "las fuerzas", asiste lo vivido.