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sábado, 6 de junio de 2009

Madrid (5 de junio de 2009) - Se despide un maestro

La tarde había empezado como corresponde a una buena tarde de toros: con comida y sobremesa. Cumplimos, además, con ese ritual de todo buen aficionado que es visitar, al menos una vez al año, la Librería Rodríguez, un auténtico templo en el que uno puede encontrar casi cualquier cosa sobre toros que se haya publicado o impreso (grandiosos los carteles antiguos). Y les aseguro que hay mucho más de lo que uno puede imaginarse.

Luego, ya cerca de la plaza, una copa para templar el cuerpo. Y al tendido junto a buenos amigos.

El cartel tenía interés por los tres toreros: por Esplá, que se despedía de Madrid; por Morante, que tanto nos había deslumbrado este año y por Sebastián Castella que era el único de los toreros de a pie que había salido a hombros por la Puerta Grande esta Feria de San Isidro. Pero no voy a mentirles: íbamos a ver a Morante. Desde el convencimiento de que era imposible que repitiera el recital de capote de su anterior celebración, pero con la esperanza de que un toro le metiera la cara y nos hiciera rebosar nuevamente de alegría y de arte.

En el tendido constatamos que el viento que habíamos notado en la calle era un auténtico vendaval en el ruedo. Así no se podía torear. Tiene razón Antoñete cuando comenta que las corridas no deberían suspenderse por lluvia, pero sí por el viento. Y esta tarde era una de las que su devenir hubiera cambiado radicalmente sin tan molesta compañía. Razón de más para que alguien se plantee una remodelación de la plaza que respete todo lo que quiera respetar arquitectónicamente, pero que cobije del viento (lo primero) y, a ser posible, también de la lluvia y del sol.

Sin embargo, entre tanta adversidad, tanto toro complicado, una tarde que se estaba perdiendo como las demás surgió el milagro. Y el milagro se llama Esplá, que en su último toro en Madrid, dio una lección de maestro. Lidió bien al toro, al que se le hizo un buen tercio de varas. Puso dos grandes pares de banderillas (por desgracia, el tercero no llegó a clavarse o se cayó inmediatamente). Luego, el viento dio apenas diez minutos de cierto respiro. Justo el tiempo que el maestro tardó en hacer su mejor faena de muleta en Las Ventas. Series hondas, por bajo, siempre bien colocado, llevando al toro embarcado, alargando cada pase, gustándose,… Una faena con series por ambas manos, con un derechazo y un natural de auténtico ensueño. Pero, sobre todo, una faena con tremendo sentido: desde el sitio en que lidió para que el viento (escaso, pero molesto) interfiriera lo menos posible, hasta la propia estructura de la faena, con un comienzo por alto con una de las manos apoyada en tablas y llevándolo luego poco a poco al tercio con pases muy toreros. Allí, series de derechazos y naturales cada vez más hondos. Y al final, pases de adorno. Una faena donde nada sobró y donde todo se hizo con continuidad y con guión, algo que es prácticamente imposible encontrar en la mayoría de los toreros del escalafón. Para matar, cuando otros podrían haber tratado de asegurar la estocada, él quiso que aquello culminara a lo grande. Y lo mató recibiendo, a gran distancia, de una enorme estocada arriba. La apuesta podría haberle salido mal. Pero un torero no puede ser nunca un especulador. Tiene que dejarse llevar sólo por lo que le da sentido al rito. Y aquel rito precisaba un colofón como el que Esplá le dio. Apostó y ganó.

A Esplá se le dieron las dos orejas: por petición popular y porque hizo una faena grandiosa. No se le regaló nada. La gente estuvo con él, pero porque él ha dado todo a la Fiesta y a esta plaza. Y aunque en las últimas tardes que le habíamos visto no había cuajado un toro, el último de su periplo por Madrid lo redondeó.

Al toro se le dio una merecida vuelta al ruedo. Difícil encontrar un toro en Madrid que con 620 kilos embista tan bien y tanto como embistió el de Victoriano del Río, que no parecía ser de la misma ganadería que el resto de los animales que salieron por la puerta de chiqueros.

Además de lo anterior, Esplá dejó toda una sucesión de detalles para la retina. De imágenes que guardar en una memoria sepia que abarca todo el tiempo que llevamos viendo toros… Desde el magnífico vestido hasta el detalle de colocarse en el burladero del 2 para recibir el primer toro (por el viento) pasando por el modo de poner las banderillas, sentarse en el estribo, dejar que el toro se fuera a morir junto a la tablas sin que los peones le molieran a capotazos, la imagen de esos mismos peones sentados en el estribo mientras Esplá daba la segunda vuelta al ruedo, cómo fue su hijo quien le sacó a hombros por la Puerta Grande,…

La tarde fue de Esplá y de su compendio de la tauromaquia, de los detalles y del sabor de un ritual que no puede perderse. De una Fiesta que tiene sentido por todo ese conjunto de gestos, junto con un toreo grande, hondo, caro,…

Castella estuvo voluntarioso y valiente, con un comienzo de faena al sexto auténticamente impactante. Demostró decisión y sacó un par de tandas de toreo bueno. Más era imposible, por los toros y por el viento.

Al igual que Morante, al que hubo quien abroncó por abreviar en su primero y no conseguir sacar nada del quinto. Pero ni Morante ni el conjunto del toreo que hubiera lidiado aquellos dos bureles esa tarde hubieran sacado más que dolor de cabeza por el desastroso comportamiento de los animales y el continuo vendaval.

Gracias, maestro Esplá, por las tardes que nos has regalado: desde aquella corrida del siglo que vimos varias veces repetida siendo niños hasta esta de tu despedida en Madrid que nos ha reconciliado con el rito. Por toreros como tú vamos cada día a la plaza. Aunque sea sólo de tarde en tarde, tan de tarde en tarde, cuando podamos reafirmar por lo vivido la grandeza de nuestra afición.

(Hoy no hemos podido ir a los caballos. Y mañana acaba el mes seguido de toros. ¿Qué excusa encontraremos para salir el lunes de la oficina a media tarde…?)

3 comentarios:

alelo dijo...

Joer, llevo esperando desde ayer la crónica de Esplá. Leí que se retiraba. Luego que hizo un faenón. Entonces me dije... voy a ver qué dicen los señores de la gran temporada. Y esos señores no escribían nada.
Y aquí estoy, leyendo una crónica taurina sin saber de toros y casi ni de corridas.

Un abrazo

L.C. dijo...

Muchas gracias por el seguimiento. Perseguir una crónica taurina sin ser aficionado tiene un mérito infinito.

Sobre la sabiduría, no te preocupes. Los aficionados sabemos también bien poco de toros. Y de corridas ni te cuento.

A ver si arreglamos lo de Huelva. Sin JM no será lo mismo, pero podemos echar una buena tarde.

José María JURADO dijo...

Lorenzo, diles que te vas porque ha empezado la jornada de verano, con un par.

Y cuando pregunten tú ya debes andar por la boca de riego con la muleta plegada.