(Después de la magnífica entrada de José María -vaya forma de enlazar distintos artes y de recrear un poesía- da casi vergüenza seguir escribiendo. Pero como lo nuestro es la prosa y él es buena gente, seguro que nos lo perdona...)
José Tomás tiene un efecto que va más allá de sus gestas. Estando anunciado y a pesar de no poder actuar por estar convaleciente aún de la cornada de Madrid, consigue que vaya más gente a la plaza que en el día anterior, en el que el cartel era de mayor fuste (aunque en esto, como en todo, hay opiniones). Y consigue incluso que no resulte extraño ver en un cartel con Castella y Manzanares a Manuel Díaz el Cordobés, que ya es conseguir.
Manzanares (que sustituía a JT -¡bien por la empresa!-) y Castella se alojaban en el mismo hotel en el que estaba. Un hotel funcional, nada taurino, casi a las afueras… Los tiempos, también en esto, van cambiando. Un rito singular, en todo caso, ver cómo descargan los trastos y cómo cada cual tiene su cometido desde que llegan por la mañana, mucho antes de empezarse a vestir. Salvo por esto, nada hay en estos toreros jóvenes de la última generación antes de enfundarse el traje de luces que nos indique que en unas horas van a jugarse la vida y a revivir la tragedia. Manzanares, por ejemplo, hablando por un móvil con bluetooth mediante un sofisticado artilugio enganchado a su oído, parecía más un cantante de moda o un joven ejecutivo que un hombre de campo, como siempre han sido los toreros. Nada importa cuando se torea como lo hizo poco después.
La corrida tuvo tres partes: la de los toros del Cordobés, en la que vimos una especie de toreo que no nos gustó nada (dejémoslo ahí); la del tercero de la tarde, un toro soso al que pese a sus esfuerzos Manzanares no pudo sacar nada lucido, y los otros tres toros (los dos de Castella y el sexto, de Manzanares), en la que vimos buen toreo.
A El Cordobés hacía muchísimo tiempo que no lo veía en una plaza de toros. Él torea mucho y yo veo bastantes toros en distintas plazas, pero me temo que tenemos circuitos algo distintos. El azar nos hizo coincidir y me temo que salvo que se dé alguna otra extraña combinación de planetas, no va a ser fácil que nos crucemos. Pero por lo que se oía durante sus actuaciones es evidente que lo que él hace delante de los toros hay gente a la que le gusta. Y como estamos en un país democrático y cada cual puede ir a los espectáculos que más le agraden, a mí me parece bien que él siga con su estilo y que otros se entretengan de ese modo. Eso sí, de lo que a mí nadie me va a convencer es que el arte y el rito puede decidirse de forma democrática. Y lo que hizo Manuel Díaz no tiene la misma altura artística que lo vimos a los otros dos toreros. Gustar, puede gustar. Pero que no tiene la misma enjundia de lo que hicieron los otros, lo defiendo aquí y donde haga falta. Porque pases dio, pero parar, templar y mandar no lo hizo nunca. Y bajar la mano gustándose, o no sabe lo que es, o no nos lo quiso demostrar en Algeciras.
Para rematar su particular actuación, al acabar la faena al cuarto hubo quien pidió la oreja (bastante gente, es verdad). Y el Presidente no la concedió. Muy probablemente porque él también debió pensar que el Reglamento puede decir lo que quiera, pero que el arte no es democrático. Y muchos de los que habían pedido la oreja protestaron cuando El Cordobés había ya entrado en el callejón. A continuación, otro sector del público agradeció al Presidente que no hubiera dado la oreja y éste anunció la salida del quinto, momento en el cual Manuel Díaz decidió salir nuevamente al ruedo para provocar la nueva bronca al Presidente y empezar a dar la vuelta al ruedo jaleada por parte del público. Obviamente, esto ya no es un asunto taurino, sino de buena educación. Y El Cordobés demostró no tenerla o hacer como si no la tuviera, que para el caso tanto da.
Castella estuvo realmente bien en sus dos toros. Y al final sufrió una cornada. Es la tarde que mejor le hemos visto esta temporada y es un placer ver cómo un torero que contaba al final de pasada campaña, pero que había empezado tan gris, remonte cuando queda todo el verano por delante. A su primero lo recibió bien por delantales y le dio un quite excepcional con tres pases cambiados por la espalda en el centro del ruedo. También se fue al centro para empezar la faena de muleta, le dio dos pases cambiados y construyó entonces un trasteo entonado por ambas manos, con algún pase hondo con la derecha. Finalizó con un arrimón y circulares que calentaron al público y tras una estocada entera cortó dos orejas. Recompensa probablemente excesiva, pero faena interesante, con pasajes de interés y que, sobre todo, sirvió para darle confianza.
Al quinto, un toro que manseó de salida y buscaba siempre la huida, lo toreó por verónicas en el centro del ruedo. Empezó la faena de muleta junto a tablas, pero allí el toro no respondía. Se fue entonces al centro del ruedo y, de forma muy inteligente, le dejó siempre la muleta en la cara, consiguiendo que el toro repitiera. De ese modo, pudo sacar pases de valor y temple, mezclándose en la faena pasajes de toreo hondo con otros menos artísticos, pero de mucha emoción. Faena inteligente de las que estábamos acostumbrados a verle la temporada pasada. Trató de acabar con manoletinas y en una de ellas el toro se paró muy cerca, él no rectificó y el toro le volteó, cogiéndole también al caer al pisoplaza. Quedó a merced del toro, pero, afortunadamente, no le hirieron en el tronco. El toro le había cogido en la pierna y eso se notó cuando, sin mirarse, se colocó para matar y se notaba que le faltaban las fuerzas. Pinchazo y estocada, tras los cuales le concedieron otras dos orejas, estas de mucho más fuste por su pundonor. No pudo recogerlas ni salir a hombros porque, cojeando, se había tenido que marchar a la enfermería después de la estocada.
Y Manzanares demostró nuevamente su gran dimensión y su extraordinario momento de forma. En el tercero no pudo hacer nada por la falta de fuerza y de clase del toro, al que, a pesar de todo, mató de una grandísima estocada. Pero con el sexto dio un auténtico recital de toreo grande, sobre todo con la muleta. Recibió a este toro por verónicas con clase (una pena que le desarmara a mitad de la serie). Con la muleta, empezó con cambios de mano de cartel y naturales buenos. Aunque fue con la derecha con la que realmente se gustó en tres series excepcionales de hondura y temple. ¡Vaya categoría la de este torero! Insistió nuevamente al natural sacando algunos muy buenos. Y todavía quedaba una gran serie de derechazos en el centro del ruedo para evitar que el toro se rajara. Recetó otra magnífica estocada y cortó dos orejas de peso. Pese al asombro de algunos, no salió a hombros como es costumbre en los casos en los que otro compañero que debía hacerlo está en la enfermería.
Gran tarde de toros en la que los tres toreros nos dieron que pensar. Aunque dos por su toreo y otro, por sus cosas.
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1 comentario:
Lorenzo, aquí no hay nada que perdonar, cada cual torea sus toros.
Magnífica reseña, aunque cuando yo me he cruzado con el Cordobés he sentido que es una bellísima persona, que llega al público de forma muy muy entrañable, y eso a mí me ha emocionado. He visto a personas que entienden poco de esto ser felices con sus vueltas al ruedo acompañado de niños, bebiendo de la bota de todos, recogiendo regalos, dando autógrafos incansable.
Con JT pasa un poco igual en ciertos públicos que tampoco saben de qué va la cosa, pero que son sugestionados por el enigma del personaje.
Salvando distancias, ambos tienen carisma y venden su producto con honradez.
Y me parece bien.
Un abrazo.
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