Hay que ir a los toros como se va en Algeciras. Con calor, de la caseta a la plaza y después de haber tomado un par de manzanillas bien fresquitas. Pertrechados de abundante merienda y con un espíritu festivo y agradecido con los diestros (que no conformistas). Es un reencuentro con los ritos que de niño nos fueron haciendo aficionados.
Esta tarde, Aurelio, mi buen anfitrión, hizo el paseíllo tras Ponce, Morante y el Cid. Pero no como Rafael Alberti, que cuentan que se vistió de luces, se lió el capote de paseo y después de acabar el paseo y saludar al Presidente, se acomodó en el callejón a seguir viendo la tarde, sino vestido de arenero y alisando con tesón el firme tras cada faena. Me comentó luego que había descubierto otra perspectiva del festejo. Los comentarios, las miradas, la sabiduría y los miedos de los profesionales, frente al disfrute o a la crítica de los tendidos. ¡Lo que nos falta por saber! ¡La de misterios que no nos estaremos perdiendo…!
Por lo demás, tres estilos distintos de estar en torero. Tres formas de entender el arte y la relación con el público. Pero tres maestros, al fin. Para agrandar las perspectivas de la afición.
Ponce tuvo, a la dificultad añadida de abrir plaza en cualquier festejo, la que supone en Algeciras tener que torear a su segundo después de la merienda. El primero fue muy soso y, aunque lo recibió bien con el capote, le enjaretó un buen quite por delantales y le llevó muy templado en la muleta, a la faena le faltó transmisión. Lo mejor, el brindis a Carlos Herrera y la reacción del torero cuando, al estar brindando, el toro destrozó por completo un burladero, quedando al descubierto el subalterno. Ponce, sin inmutarse ni soltar la montera ni la ayuda, lo sacó a los medios con pases muy toreros por bajo, lo dejó allí, y volvió a finalizar el brindis.
La faena al cuarto fue mucho más intensa y artística, a base de técnica y tesón. Si no hubo trofeos, fue sólo porque no anduvo fino con la espada. El toro, que empezó distraído y quedándose corto en el capote, esperó mucho en banderillas. Ponce brindó al público y comenzó con pases rodilla en tierra, ganando terreno hasta llegar al centro del ruedo. A partir de ahí, toreo grande con la derecha, con buena colocación y dejando la muleta siempre en la cara del toro. Y también con la izquierda, con el toro más ahormado. Faena larga que concluyó con pases de adorno y cambios de mano magistrales.
Morante estuvo, sobre todo, dispuesto. Ninguno de los toros permitió el lucimiento. Ni el de Morante, ni el de casi ningún mortal que hubiera pasado por allí esa tarde… Pese a todo, sacó pases magníficos al segundo de la tarde. Pases largos y templados, con suavidad y gusto. El toro se paró muy pronto y no hubo más remedio que abreviar después de habernos dejado con la miel en los labios.
El quinto fue más complicado aún. Manso, huyendo del caballo, saltando al recibir el castigo,… Morante empezó toreando por bajo con un toque de sabor añejo sólo apto para paladares exquisitos. El toro pega cabezazos, y JA aguanta lo indecible con técnica, valor y mando. Valentísimo y poderoso sacó algunos pases interesante. Nuevamente, sólo un sorbito de este elixir de los dioses.
Y el Cid salió a hombros después de cortar una oreja a cada uno de sus toros, tras recetar dos buenas estocadas. Toreo hondo en su primero con ambas manos. Derechazos más ligados y naturales de uno en uno, pero siempre atento a la colocación, llevándolo tapado y gustándose mucho. Gran final de faena, con una buena serie de derechazos y otra de naturales, con algunos excepcionales (grandioso el último ligado con el de pecho).
El sexto fue lidiado muy bien por el Boni, aunque dio la sensación de que el matador hubiera preferido la misma eficacia con algo más de discreción. Faena de más a menos, basada siempre en el toreo en redondo, con algunos pases desmayados, bajando mucho la mano. Series largas y ligadas. Una pena que al intentarlo por la izquierda el toro se colara siempre y que luego se defendiera al acortar las distancias.
Tarde entretenida, con tres grandes toreros que pudieron haber brillado más si la corrida hubiera dado algo más de juego.
Pero no se puede tener todo.
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