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martes, 28 de agosto de 2007

Comenar Viejo (27 de agosto de 2007) - De la feria

Colmenar está muy cerca de Madrid, como San Sebastián de los Reyes. Y en ambos municipios coinciden por estas fechas unas ferias taurinas con carteles variados y de gran atractivo.
Colmenar, además, es una plaza anudada a la historia del toreo por el hilo negro de la tragedia. Como Linares (José María, estás en todo http://lagrantemporada.blogspot.com/2007/08/60-aos.html), Pozoblanco, Talavera,... Aquí, hace poco más de veinte años, Burlero partió el corazón al joven Yiyo. Todo el entorno lo recuerda: la plaza cercana con su estatua o la placa junto a la Puerta Grande pregonan que una figura se dejó la vida aquí, en la suerte suprema, tras una faena magistral. No hay plaza pequeña: cualquier torero la engrandece con su arte y con su entrega.

El Cid venía de su encerrona en Bilbao con los victorinos que, según cuentan, tuvo tintes de verdadera reivindicación de su dimensión torera. Aquí, a su primero, un toro que se dejaba, lo cuidó mucho con la capa por miedo a acabar con las fuerzas juestas que parecía tener. Pero el toro se vino arriba después de las banderillas y, tras un comienzo muy torero con cambios de manos y trincheras, lo toreó bien con ambas manos. Gustó especialmente la serie con la derecha en la que dio mucho sitio al toro, dejándole venir de lejos. Mató de una estocada desprendida y cortó una oreja.

Al cuarto, al que toreó bien a la verónica, no lo quiso ver con la muleta. El toro se revolvía muy rápido y lanzaba algunos tornillazos. No parecía que pudiera haber un lucimiento similar al del primer toro, pero el público esperaba más disposición por parte del matador.

A El Fandi lo pitaron en sus dos toros. En su primero, el ambiente se puso en contra desde el primer par de banderillas, de ejecución y colocación especialmente defectuosas. Luego, con la muleta, instrumentó pases con ambas manos sin especial transmisión. En el quinto, recibió de capa al toro con lances vistosos y ejecutó mejor el tercio de banderillas (especialmente jaleado el tercero, al violín). Con la muleta, el trasteo tampoco llegó al público, que volvió a mostrar su disgusto con el matador.

Castella, por su parte, estuvo tremendamente serio toda la tarde. En el tercero, un manso de libro que no atendió a la muleta y huía hacia toriles a la menor oportunidad, le plantó cara y le sacó los pocos pases que tenía uno a uno. Pero lo realmente grande vino en el sexto, al que cuajó una faena magnífica. Lo recibió muy templado con la capa. No hubo quite (tal vez porque al salir del encuentro el toro dio una tremenda vuelta de campana), pero vivimos un brillante tercio de banderillas, en el que destacó sobre todo el primero de su cuadrilla (Curro Molina). El comienzo de faena fue con dos pases cambiados en el centro del ruedo, marca de la casa. Luego, hubo muy buen toreo en redondo, profundo y serio. Al natural, vimos pases magníficos. Incluso cuando el toro se empezó a quedar más parado, Sebastián aguantó imperturbable. Para finalizar, circulares para la galería y unas manoletinas de perfecta ejecución (una, en especial, tan ceñida que sólo sus reflejos evitaron un disgusto). Después de un pinchazo, casi entera y descabello, el presidente concedió las dos orejas pedidas con insistencia por toda la plaza. Toda la faena de Castella se desarrolló en el centro del anillo y llegó por igual a los aficionados y al público, que, en contra de lo que a veces se dice, disfrutan por igual del buen toreo.

PD: quedan en la mochila las crónicas de la final de las novilladas de Madrid, las tres tardes de El Puerto y una corrida agosteña de Madrid. Con algo de desorden cronológico, pero de todo se irá dando cuenta.

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