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sábado, 4 de agosto de 2018

Cuando lo que importa... (Huelva, 3 de agosto de 2018)

La tarde del 3 de agosto en Huelva era importante, sobre todo, porque un hombre se había sobrepuesto al infortunio. A David de Miranda le habíamos visto hacía dos años tomar la alternativa en esta misma plaza de manos de José Tomás y lo hizo con una seriedad y un buen toreo que habrían debido ser recompensado con más oportunidades en las plazas. Pero el negocio de los comisionistas del toreo está como está y las oportunidades casi no llegaron. En la última de ellas, en Toro, el año pasado, sufrió una voltereta que a punto estuvo de costarle la movilidad. Una buena atención médica, su constancia y un punto de suerte le han hecho recuperarse. Ayer en su primer toro (el tercero de la tarde) dio una dimensión litúrgica de su toreo, quizá tratando de imitar en exceso a su padrino de alternativa, pero la pureza en su forma de recibir con el capote al toro, las saltilleras ajustadísimas y con solo un pedazo de capote en el quite y la rotundidad y cercanía absoluta y sin aspavientos con la muleta conectaron con el público, que se regocijó con el toreo y con la vuelta a la profesión (a una vida plena) de David de Miranda.

A destacar, que antes de salir el primer toro, cuando todos esperábamos que se le recibiera con una gran ovación esta empezó muy tímida, y fue Morante quien, en el ruedo soltando las muñecas, le animó a salir a saludar, momento en el cual el aplauso se tornó unánime.

Antes de que en el tercero, David de Miranda se reencontrara con el hombre y con el torero, las faenas al primero y al segundo hacían presagiar una tarde nefasta. Sólo se salvó, ¡y cómo! el inmenso toreo de capote de Morante a su primero, tan personal, tan puro, tan hondo,... tan repetido que, a pesar de ser un milagro, nos parece que es lo normal. Ese toro llegó a la muleta completamente parado y fue imposible hacer nada con él. Como con el segundo, al que Manzanares cuidó en los primeros tercios, pese a lo cual se derrumbó completamente tras el primer muletazo y hubieron de levantarlo, no sin esfuerzo, coleándolo. Al siguiente paso volvió a caer con estrépito y esta vez hubo que levantarle tirando de rabo y cornamenta. Lo razonable después de aquello hubiera sido prepararlo para la muerte o al menos taparse un poco, pero Manzanares se colocó y citó como si pretendiera hacer una faena con todos los rigores, desde la hondura, algo que se antojaba esperpéntico con aquel bicho.

Lo del tercero está ya contado. Y lo del cuarto es inenarrable. Morante hizo una de sus faenas más completas que le hemos visto. Uno no es mucho de contar despojos, pero si hay una faena merecedora de rabo es una faena como la de ayer de Morante en El Puerto, porque toreó extraordinariamente bien en todos los tercios. Lo hizo todo. Y todo lo hizo bien. Toreó con el capote de recibo en una mezcla inspirada de verónicas y delantales extraordinarias, cerrando con una media grandiosa. Llevó al toro al caballo con un natural galleo por chicuelinas, leves, al paso,... Quitó desde el mismo caballo con nuevos lances llenos de torería. Cuando el Lili tenía ya en sus manos las banderillas con los papelillos colorados (y no blancos y azul, como es usual en Huelva), Morante le pidió sorpresivamente los palos y puso tres pares de banderillas desde el más absoluto clasicismo, los dos primeros en cercanía (con susto incluido en el segundo al no saltar la barrera y hacer el toro por él) y el tercero en un quiebro perfecto entre las tablas y la primera raya. Con la muleta hizo una faena variada, no muy larga, pero en la que intercaló series de derechazos y al natural con un comienzo inspirado y remates y pases de diversa factura. Sobre todo, con una torería en la cara del toro inmensa. El toro se puso complicado para cuadrarlo (escarbaba siempre), pero Morante lo colocaba, primero con el luego, luego con la muleta en alto plegada,... Hasta el que el toro estuvo cinco segundos sin escarbar y el de La Puebla ejecutó el volapié en corto y por derecho.

Seguro que hemos visto a veces a Morante trazas alguna verónica o alguna media de más belleza, y algún par de banderillas (aquel con las cortas en Ronda sentado en una silla de enea...). Le hemos visto alguna serie de muletazos mejor con algún otro toro, adornos más inspirados,... Pero es que lo de Huelva ha sido un compendio total de torería en sus tres tercios. Con guiños culturalistas, como decía mi amigo José María Jurado, al toreo de otros tiempos, a otros maestros, a otra forma de estar delante del toro. Sólo eso justifica los kilómetros a Huelva y los de toda una temporada. Como los justificó lo de Córdoba. Y como tantas y tantas cosas que vemos.

Para quienes acostumbran a decir que las faenas de muleta no tienen por qué tener más de quince o veinte muletazos, una faena como la de ayer de Morante debe ser paradigmática. Porque es realmente extraño que un torero pueda dar más de sí en todos los tercios. Lo importante no es la perfección del trazo de un natural o un pase de pecho, es el modo único en que un creador dibuja una obra de arte efímera con una personalidad única y trayendo retazos de la historia del toreo.

Luego, Manzanares trató de resarcirse con el quinto, un toro que cabeceaba y ponía más problemas. Manzanares aprovechó su empaque, pero faltaba ajuste (mucho). La diferencia era muy notable. Hubo momentos de trazo bello, pero muy distante; ligazón aparente, pero a base de sacarse al toro muy lejos al final de cada muletazo;... Además, la primera estocada (que cobró después de buscar al toro, andarín, por toda la plaza) hizo guardia.

Y el último fue un toro con menos posibilidades. No tan parado como los dos primeros, pero sin la nobleza de tercero y cuarto. David de Miranda lo intentó, pero faltó la garra del tercero, el asentamiento, quizá también la claridad de ideas y la decisión. Aun así, sólo por la faena del tercero y por haberse recuperado al torero y al hombre, deberían darse más oportunidades a este matador.

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