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domingo, 29 de abril de 2018

En un colegio de Triana

Sucede en un mes de abril en un colegio público de Sevilla, de Triana por ser más precisos. La semana siguiente a la Feria. Es una clase de chavales de nueve y diez años. La profesora, antitaurina confesa, está adiestrando a los niños en los rudimentos del debate, de los argumentos, de la exposición de un punto de vista,... Una clase de lengua, en fin.

Son más de veinte "chicos y chicas" y les propone hablar de por qué hay que matar a los toros en una plaza. Todos defienden que no está bien. Todos menos una niña, que argumenta, frente a todos sus compañeros, que a ella le gustan los toros, que es mejor que maten a los toros en la plaza que en un matadero o que si se espera a que se mueran enfermos y su carne no pueda utilizarse, a ver cómo vamos a comer carne. Y que, además, a veces, cuando el toro es muy bueno, se le indulta, "como el de el Juli".

La mayoría de sus compañeros no saben quién es el Juli, ni que se está refiriendo a Orgullito. Pero ella lo defiende frente a todos ellos y frente a su profesora. Algunos compañeros sostienen que es mejor dejar que los toros se mueran en el campo para después hacer los filetes o las hamburguesas... Y la profesora no dice nada. Ni de eso, ni de que la Tauromaquia es legalmente parte del patrimonio cultural de España.

Uno se pregunta cómo será Triana en unos años si la mayoría de los niños de sus colegios no saben reconocer la belleza del toreo. Cómo serán capaces de entender la absoluta genialidad de esa Sevilla del otro lado del río, o qué significa la estatua de Juan en el Altozano, o los azulejos de Chicuelo o de Gitanillo de Triana.

La Tauromaquia tiene una evidente carencia a la hora de comunicar su grandeza. Y el gobierno de España, y de las Comunidades Autónomas, a la hora de exigir que en la educación se cumpla la ley (y la defensa y protección de la Tauromaquia como parte del patrimonio cultural es una obligación legal).

Pero más allá de la Tauromaquia algo falla cuando la práctica totalidad de los niños de diez años de un colegio creen que los filetes se hacen de animales que mueren en el campo de muerte natural.

Definitivamente esto va mucho más allá de la Tauromaquia. Es defender una sociedad que sabe lo que le debe al mundo rural. Y que no hace trampas desde el buenismo. A veces, una niña de diez años lleva sobre sí ese peso frente a sus compañeros y a su profesora. Quizá sería bueno, como sociedad, que nos planteáramos que si es así hay muchas cosas que están fallando.


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